5 de julio de 2013

Capítulo 3



¿Pedirle perdón a la niña esa por hablarle así o dejar las cosas así? No sé, esa niña me ponía un poco estresado. “Sólo quiere saber tu estado, baboso”, me dijo mi subconsciente.

    Bill— Lo siento, ¿ok? No fue mi intención decirte en ese tono lo q... —niego con la cabeza y cierro los ojos con fuerza. Qué difícil era esto.

    Ella sonrió. ¿Ah? ¿Qué significaba esto? ¿Para todo siempre utilizaba una sonrisa y ya? Para ti, niñita molesta y frustrante todo es color de rosa pero para mí no. Eso me molestó un poco, pero para no lastimar su ego no dije nada. Maldita gente.

    (Tú)— Descuida, todos tenemos nuestros límites. Perdóname tú a mí por preguntarte cosas a la vez, pero debo ayudarte en tu situación: estás perdido y con resaca —se encogió de hombros.
    Bill— Sí —dije extrañado. Aparte de molesta, es rara—, supongo.

    Tenía más hambre, pero no quería pedirle más comida. En tu casa ya encontrarás algo, Bill. Ya no volvió a abrir más la boca (Tú). Ya no me preguntará algo más. Genial.
No, la verdad no. Ya no podía más con este dolor: lo tenía que sacar ya, pronto. Pregúntame algo, mocosa. Estar así más de 2 años y medio es todo un calvario. Pero yo y mi sentimiento de rencor a toda la puta sociedad que me abandonó cuando Frances murió. Todos se alejaron de mí, incluyendo mis mejores amigos. ¿Y mi hermano? Bueno, a ese mocoso no lo veo desde hace ya más de 9 años. El muy cabrón quiso independizarse y ahora no sé que sea de él: tal vez casado o soltero, alcohólico, drogo, qué sé yo.
    (Tú) pasó el bocado de comida y ladeó su cabeza nuevamente hacia aquél reloj color rojo que estaba junto al refrigerador: las 9:56 am.

    (Tú)— Mmm, ¿puedo preguntarte algo? —dijo con cierta timidez.
    Bill— Pues ya que —bufé.
    (Tú)— No es que te esté viboreando o algo por el estilo, sino que lo das a notar mucho: ¿has estado pasando por una pérdida o algo así? ¿O estás así de triste por conveniencia? —me miró preocupada— Perdón por decirlo así de sopetón, pero cuando alguien se emborracha es por algo bueno, ¿no?

    ¿Decirlo o no decirlo? (Tú) había dado perfectamente en el clavo. Una pérdida. La pérdida de mi preciosa Frances. Suelto la cuchara y ladeo la cabeza; mis ojos estaban comenzando a nublarse. Jamás en la vida nadie me había preguntado eso, ni siquiera mi mamá. No, no confíes en esa mocosa: quiere burlarse de ti como toda la demás puta sociedad de mierd… Bufo.

    Bill— ¿Acaso eres una bruja o qué? —dije con ironía.
    (Tú)— Mírame cuando te hablo. Y no has respondido mi pregunta —murmuró seria.
    La miro. Aprieto mis labios formando una delgada línea.
    No llores, cabrón. No llores. Y menos frente a una mujer: no debe ganarte esa mocosa.

    Bill— Un… Una… Una pérdida, ¿ok? ¿Contenta? —dije, sintiendo con más fuerza ese nudo en la garganta.

    Hago con mi mano un puño. Mierda, mierda. Estaba a punto de llorar, nuevamente. No sé cuántas veces lo he hecho desde aquella vez: un 16 de agosto de 2011. Ella acerca su silla hasta quedar a una distancia corta junto a mí, toma mi mano izquierda y la aprieta suavemente. Abro mis ojos de par en par. ¿Qué carajos significaba eso? “Sólo te está ayudando: ella no es como las demás putas”, me regañó mi subconsciente.

    (Tú)— Mira, Bill… Con eso que me acabas de decir ya me imaginé todo tu problema, o más bien, tu gran problema —dijo, mirándome tranquila—: entiendo por lo que estás pasando; y no me interesa saber algo más de ello, pero lo que sí quiero decirte es que si sigues así un día no vas a amanecer —sonrió amablemente.

    Eso es lo que quiero: ya no amanecer… para estar con mi hermosa Frances.

    (Tú)— Todo mundo ha pasado por ello: hay muchos hombres que perdieron a sus compañeras, sea cualquiera causa, pero tampoco te desplomes: solo Dios sabe por qué suceden estas cosas. Tú estás aquí por algo, ¿ok? Eh… ¿Cómo te lo explico? —dijo, utilizando su mano libre para buscar una respuesta— Tu querida esposa, ya no está aquí por algo, pero tú debes ser feliz: ¿crees que emborrachándote o haciendo idioteces y media la olvidarás? No, te aferra más a ella.
    Bill— Para ti es fácil decirlo —dije con la voz entrecortada.
    (Tú)— Claro que no, Bill —sonrió y después agregó—: yo perdí a mis hermanos, a mi mamá y a mi abuelo en un accidente de carretera. Cuatro en uno —suspiró—, pero aquí estoy. ¿Por qué? Porque aunque llore y maldiga a Dios por habérselos llevado obviamente ya no me los va a devolver. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? Para mí tampoco fue fácil aceptar su muerte, pero siempre, siempre habrá alguien para ayudarte a superarlo.
    Bill— Yo… Lo siento mucho, pero aún así es distinto —susurré.
    (Tú)— Tu esposa y mis familiares murieron: es igual. Tanto tú como yo pasamos muchos momentos de felicidad, de tristeza, de nervios y de todo con ellos. ¿Sigues pensando en que es distinto? —bufó soltando una risita— No, Bill, quítate esa tristeza: sal con tus amigos, vete a otro país, no sé. Y sí, ya sé que no te agrado del todo, y también sé que ya nunca nos volveremos a ver después de esto, pero allá afuera hay muchas personas que te quieren feliz, y yo también te quiero feliz —dijo.

    Eso me sorprendió, mucho a decir verdad. ¿Cómo ella podía estar tan segura de eso? Allá a fuera todos eran una escoria: solo me buscaban por mi dinero no para estar preocupados por mí. ¿Salir con amigos? Por favor, ¿cuáles amigos? Yo dejé de tenerlos después de mi pérdida.
    Dos lágrimas caen de mis ojos. (Tú) se sorprendió. Sí, ver a un hombre llorando no es muy usual ahora, pero ¿qué puedo decir? Nunca pensé que fuera a sufrir tanto.

    (Tú)— Oh, Bill —susurró. Se levanta de su silla y me abraza. Yo permanezco sentado—. Tranquilo: vas a superarlo, lo sé. Sólo confía en ti. Eres guapo y apuesto a que cualquier muchachita allá en el mundo exterior daría lo que fuera para hacerte feliz.
    Bill— ¿Guapo, yo? —dije, soltando una risita. Luego callé.

    ¿Esa mocosa me había hecho reír? Oh, mierda. ¿Desde cuándo había dejado de reír después de ese día? (Tú) era una bruja. Tenía algo. Y ese “algo” me comenzaba a asustar. Run, bitch, ruuuun. Esto no era normal en mí.
    (Tú) me soltó y después de sentó nuevamente en su silla. Me miraba como si fuera una cosa rara: veía cada uno de mis movimientos, gestos, etcétera. Sentí…, algo muy raro. Ella tiene algo extraño.

    (Tú)— Recuerda, Bill: sonríe, aunque no tengas motivos para hacerlo, ¿de acuerdo? —dijo.

    Asiento lentamente.

    Bill— ¿Eres una bruja? No sé: me asustas —dije, quitándome esas vergonzosas lágrimas de la cara.
    (Tú)— ¿Y por qué te asusto? No me digas: ¿por tener una actitud positiva ante una situación sumamente difícil? Bueno, no quiero morirme joven: quiero disfrutar el tiempo que me quede, amigo —sonrió.
    Bill— Tú ya lo superaste, pero y…

    Me interrumpe.
   
    (Tú)— ¿Otra vez de negativo? —suspiró— Ay, pero que necio eres —dijo, mirándome con sus ojos entrecerrados.
    Bill— No puedo evitarlo —bufé.
    (Tú)— Como me gustaría darte un sape para que reaccionaras —murmuró.
    Bill— ¡Ey! Eres una insolente: respeta a tus mayores —dije indignado.
    (Tú)— ¡Uy! Perdóneme usted, noble caballero de la edad medieval —bufó.

    Eso me dio gracias. Solté una risita, que enseguida contagió a (Tú) para reír también. ¿Cómo le hacía? En cinco minutos logró hacerme reír dos veces seguidas. “Ella si quiere si bienestar”, me dijo mi subconsciente. Bueno, puede que tenga un poco de razón, pero aún no debo confiarme del todo con ella: ¿y si me engaña?

    Bill— Oye, (Tú), ¿cómo le haces? —la miré ya más tranquilo.
    (Tú)— ¿Cómo le hago para qué? —frunció el ceño.
    Bill— Tú sabes: nadie me había hecho reír desde hace tiempo…
    (Tú)— Oh, bueno: es cuestión de genética familiar. Son secretos de familia —guiñó su ojo—. Me gusta hacer feliz a la gente que lo necesita.
    Bill— ¿Y crees que yo lo necesito? —arqueé una ceja.
    (Tú)— Obvio, señor Kaulitz —asintió—. Si no, ahorita no estuvieras riendo —hizo un mohín.

    Tal vez sea eso lo que necesites, Bill. Mmm, ser feliz. Seguramente cuando ya no esté platicando con la mocosa esa dejaré de serlo.

* * *

    Ya era hora de despedirnos. Ya no la vería otra vez y seguramente volvería a mi estado de depresión… Encerrado en casa, bebiendo nuevamente y recordando a mi preciosa Frances. Maldita sea.
    Cuando el taxi sonó el claxon, (Tú) me dijo unas cuantas palabras de despedida, deseando fuertemente que me mejorara, en fin. Yo fui muy directo diciéndole un “adiós” y no un “hasta pronto”.

    (Tú)— Cuando estés depresivo te acordarás de nuestra plática, lo sé –dijo esbozando una sonrisa.
    Bill— Claro —respondí con ironía.

    Subo al taxi. (Tú) hizo un gesto de despedida de su mano y el taxi arranco para llevarme a casa. Vi como (Tú) se hizo pequeñita y luego se metió a su casa.
Le dije mi dirección al taxista. Vi como el día estaba parcialmente soleado y todo mundo salía a pasear, mientras yo pensaba y pensaba en las palabras de esa mocosa estresante pero a la vez buena, muy buena:
                        Recuerda, Bill: sonríe, aunque no tengas motivos para hacerlo



4 comentarios:

  1. AYYYYY ME ENCANTO AUNQUE UN POCO CORTITO CREO ESPERO SUBAS PRONTO

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  2. ayyy me ncanto demaciado esta gebial jaja un poco gracioso pero genial mm la chika q perdio bill se llamaba frances??? mm comobla perdio?? gracias sube caos probto

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  3. awwwww esta guay por que lo dejas ya quiero saber me dejaste con la intriga
    bueno me despido cuidate mucho bye

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  4. Estoy sonriendo como idiota xD
    Me dio cosis el capitulo aww lo de "Mocosa" me da risa por qué así me dice mi pecesito Dori eso que jaja lo sé
    bueno sube pronto y cuídate mucho

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Gracias por comentar(: