Justo
hace tres días sacaron a Bill de terapia intensiva. No sabes el maldito alivio
que sentí: el doctor me comentó que ya estaba totalmente fuera de peligro y que
ahora se encontraba estable. Ya podía estar más cerca de él en su habitación
asignada; lo malo era que cada día y noche tenía que verle esos brazos tan…
feos y… cortados y con moretones, junto con su cara vendada… Uy. Como si estuviera cuidando a un maldito
zombi. A veces solía “hablar” con él —-¿qué? Tenía que hacerlo. Odiaba el silencio—
y le contaba lo que hacía cuando niña: no perdía la esperanza de que me
escuchaba. Hubo una vez en el que movió la mano, pero no se lo dije a las
enfermeras o al doctor: tal vez era una reacción. No iba a ser como esos de la televisión que al ver que su familiar
mueve la mano ya es todo un milagro. Que tonto. Escuchaba música desde el
altavoz para poner mejor el ambiente, a escondidas de las enfermeras claro
está.
Santiago siempre venía acá al hospital
desde las 6, y yo aprovechaba para ir a bañarme o hacer otra cosa. Esa era
siempre la rutina: llegaba él, yo salía rápido, me bañaba y me traía comida
echa por mí —la de la cafetería es toda una decepción, excepto la hamburguesa
vegetariana—, volvía al hospital y ahí platicaba un rato con mi amigo —insisto
en que decir la palabra ‘amigo’ es rara—. Ya estaba un poco mejor: la
preocupación poco a poco se iba; pensaba cada vez más de manera positiva, y
también empecé a leer ‘Desnuda – El
Affaire Blackstone I’ bien y sin problemas. Es más, hoy terminé de leerlo.
Casi lloro con el final.
Marco con su lápiz una cruz en el 19. Hoy
es 19 de marzo del 2013. Exactamente un mes de haber conocido a Bill Kaulitz:
el magnate empresario y deprimido con problemas psicológicos. El 29 cumple años mi hermano. Con tantas
cosas que han pasado… Wow: me volveré loca. Miro a Bill aún sin despertar,
dormido… sedado: sin hacer nada. Suspiro y me conecto a internet para revisar
algo que me tenía ya algo intrigada: el meteorito que cayó en Rusia exactamente
el día que conocí a Bill: el 19 de febrero. Esa noticia fue todo un caso: a mí
me dejó totalmente sorprendida, pues solo escuchaba que caían fragmentos de
meteoritos o algo así. Se aproxima el
apocalipsis.
Pude
investigar una foto del meteorito ya revelada: si estaba grande. Menos mal que
ya no habrá más.
Dejo el celular en el sofá y miro a Bill.
Me desesperaba, preocupaba… Todo me causaba este hombre. Y ni quiero ver cuando
le quiten todas las vendas de esa cara: ya lo imagino. Nadie queda bien después
de una reconstrucción.
(Tú)— Vamos, Bill: despierta —dije—. Tu
empresa te está esperando, una vida te está esperando, yo también te estoy
esperando: quiero que hagamos las paces… y que me digas de qué artista era el
EP —digo con tristeza, luego río—. Maldita sea: soy una interesada.
Él no decía nada. Solo respiraba de forma
tranquila y lenta. Ahí sigue el Bill Kaulitz desfallecido.
(Tú)— Por ahí alguien me ha contado algo de
tu pasado… mmm, al parecer no encontrarás a alguien igual como Frances, y lo
entiendo ¿ah? La amabas mucho —asiento para mí misma—… Pero bueno, ya despierta
maldito: tenemos mucho de qué hablar.
Me acerco a él y me siento en el borde de
la cama. Solo una vez me animé a tocar una de sus manos, pero… se sentía como
si tocaras a un muerto: su piel era áspera y fría. Esta vez lo hago de nuevo y
se siente igual. Fría. Áspera. Nada. No puedo evitar sentir tristeza por él.
Su mano aprieta la mía y me sorprendo un
poco. Bueno, ahí otra reacción. Sonrío forzadamente y pongo mi otra mano sobre
la suya.
(Tú)— ¿Tienes fuerza, ah? —digo medio
burlona.
Y ya no me quito soltar. Frunzo el ceño.
Quito mi mano izquierda y veo que la derecha la tiene bien agarrada: no la
suelta. Hago el intento y nada.
(Tú)— Suéltame, Bill. Oh, sí, como si me
fueras a hacer caso —digo para mí misma.
Suelta mi mano y la quito. Al parecer no está tan ‘muerto’ como
pensaba. Escucho voces cerca de la habitación: “señora, entienda: no puede
pasar”, “solo puede haber una persona aquí y ya está dentro”. Me dirijo a la
puerta, abro y me encuentro a una enfermera y a una señora: ambas me miran. La
señora me quita de la puerta y entra. Alzo las cejas.
X— Lo siento señorita: le dije a la señora
que no podía entrar —me dijo la enfermera.
(Tú)— Descuida: yo ahorita la saco
—asiento.
La enfermera se fue de ahí algo apenada; yo
me giré para ver lo que la señora estaba haciendo: decía miles de cosas
incoherentes y solo tocaba a Bill. Tarde varios segundos en comprender todo
esto. Ella es la mamá de Bill. Algo
de enojo en mí creció.
(Tú)— Señora, eh… señora —digo y le toco el
hombro.
X— Suélteme, no me toque: oh, Dios. Hijo,
he estado tan preocupada por ti —dijo en un lamento.
(Tú)— Por favor, señora —insisto algo
molesta—: salga.
Creo que estaba por darme un ataque de
risa al ver esa escena. ¿De verdad esa señora estaba tan preocupada por Bill?
Por favor: que no me venga con esas estupideces. Esa señora debería haber estado aquí desde que su nuera murió. Respiro
profundamente, tomo a la señora del brazo, la saco como puedo y salgo no sin
antes cerrar la puerta. Ahora sí ya estaba enojada. ¿Cómo rayos podía ser tan
hipócrita con su propio hijo? Suspiro y la llevo lejos de la habitación; la
señora me dijo mil cosas. Ya al alejarnos lo suficiente la solté bruscamente.
X— ¿Y tú quién eres como para alejarme de
mi hijo? ¿Ah? De seguro eres una de esas intrusas queriendo su dinero —dijo
indignada y molesta.
(Tú)— ¿Y usted quién es como para portarse
tan hipócrita con su propio hijo, ah? Usted es su madre y debería haber estado
desde antes aquí, cuidando a su hijo, desvelándose y estando al tanto de él. Me
sorprende tanto ver que se preocupa tanto por él: o sea, muere la esposa de su
propio HIJO y lo deja ahí como perro, luego esto y usted no aparece. ¿Qué
carajos pasa por su cabeza? —digo furiosa.
X— No tienes derecho a faltarme el respeto.
Yo… he estado muy ocupada por el trabajo —dijo—. Y además, ¿tú como sabes todo
eso? —frunció el ceño.
(Tú)— ¿O sea que estoy diciendo la verdad?
Muere su nuera y usted ni en cuenta: prefiere el maldito trabajo que estar con
su hijo. ¿Sabe qué? Regrese de donde vino —señalo el pasillo que está detrás de
ella.
X— ¡Eres una grosera, mal educada! —exclamó
indignada— Ya veremos a quién prefiere mi hijo: a su madre… o a una… —guarda
silencio.
(Tú)— Dígalo, señora, dígalo con confianza:
a mí me viene valiendo un carajo lo que diga de mí. Yo soy la que ha cuidado de
Bill desde mucho antes: en un mes, señora —alzo mi dedo índice derecho—… en
solo un maldito mes he conocido ya casi toda la vida de su hijo; lo que lo
tiene en depresión, lo que le angustia… he estado con él desde que sufrió el
accidente. Así que… mejor regrese de donde vino.
X— No puedes obligarme: Bill, mi hijo, me
va a preferir a mí que a usted —dijo.
(Tú)— ¿Qué quiere apostar señora? Es su
palabra contra la mía. De todos modos, ¿sabe qué hice ya? He pedido guardia
para Bill: solo un amigo y yo podemos ver a Bill, porque nosotros hemos sido
los únicos que lo cuidamos y estamos al tanto de él… no que usted… Seguramente
se enteró del accidente de su hijo por la puta televisión —digo socarrona.
Y una gran cachetada me lanzó, casi logra
girarme la cara. No dije nada. Tiene fuerza la señora: apenas y logró sacarme
un poco de sangre. Me limpio los restos de sangre con la mano y sonrío. Jamás,
en la vida, nadie me había dado una cachetada tan fuerte. De ser una chica de mi vida la hubiera hecho trizas y la hubiera sacado
a patadas.
X— Pagarás caro haberme dicho esas cosas
—murmuró furiosa.
(Tú)— Y usted pagará caro el haber
descuidado tanto tiempo a su hijo. Vamos a ver quien pierde: usted o yo —digo
retadora.
La dejo ahí sola y me dirijo a la
recepción. La verdad era que no estaba muy enojada e improvisé todo el discurso
de hace unos segundos, pero es que esta señora es imposible. Vamos a ver qué tan ‘madre’ es la señora.
La enfermera al verme con el labio inferior hinchado se espantó.
(Tú)— Solo Santiago Care y yo podemos ver
al paciente Kaulitz —le digo seria.
X— Pero… no puede hacer eso —dijo.
(Tú)— La señora de allá no tiene ningún
permiso para poder verlo: Santiago Care y yo firmamos una responsiva para poder
cuidar y ver a Bill Kaulitz. ¿O acaso la responsiva no vale? —la miro.
X— Está bien, ok. Pediré que un guardia
esté fuera de la habitación —dice, marcando un número en el teléfono.
(Tú)— Gracias —sonrío.
Vuelvo a la habitación y antes de entrar
reviso si la señora no está. Nada. Entro y
no hay nadie tampoco. Caigo sentada en el sofá y ahí sigue el Bill
Kaulitz zombi. Solo continúa respirando de manera lenta y profunda. Suspiro y
me toco suavemente la zona en donde me cacheteó la señora Kaulitz: esto solo
tardará unos días en quitarse. Bill no estará enterado del golpe. ¿Y ahora como le voy a hacer cuando Bill
despierte y su ‘madre’ siga aquí? Obviamente tengo que decírselo, pero… ojalá y
la acepte. Ahí yo no me meto. Suena mi celular y contesto.
(Tú)— ¿Qué paso? —digo en voz baja— ¿Ya
vienes para acá? Mmm… Aún no hay nada. Bill sigue de flojonazo —sonrío y miro a
Bill—… ¿Ah? No: todo bien por aquí… Sí. Ok… Te espero… Ajá, adiós —cuelgo.
En lo que llegaba Santiago yo me puse a
escuchar música. El doctor en la mañana me había dicho que le habían puesto
algo de sedante extra a Bill para que no sintiera dolor por la cara y quién
sabe qué más. Entonces eso quería decir que en otros días más despertaría. Ni voy a querer escuchar sus gritos sin el
sedante.
*
* *
Justo
cuando iba saliendo de mi casa me encontré con Clare y su familia: se les podía
notar lo preocupados que estaban también por Bill. ¿Ves? Hasta mis vecinos se
preocupan por Bill. Crucé la calle para encontrarme con ellos y ponerlos al
tanto.
(Tú)— Hola —sonrío.
Clare— (Tú), hola. ¿Cómo sigue Bill? —me
preguntó.
(Tú)— Bueno, hace unos días salió de
terapia intensiva; ahora solo hay que estar checando su ritmo cardiaco o su
presión arterial. Sigue sedado y aún no le quitan sus vendas —dije.
Sra. Mei— Por Dios, gracias al cielo. Que
bueno. Ahora solo que hay que esperar —sonríe levemente.
(Tú)— Ya vamos, de poco a poco —asiento.
Sr. Mei— ¿Has sabido algo de los 4
maleantes? —preguntó.
(Tú)— No. He estado de aquí para allá por
Bill Kaulitz que ni tiempo me ha dado para preguntarles a los oficiales sobre
esos tipejos.
Sr. Mei— Ojalá los atrapen pronto.
(Tú)— Sí. Bueno, tengo que irme ya: un
amigo me está esperando allá en el hospital —me acomodo mi mochila en el
hombro.
Clare— (Tú): cuando quieras pídeme que te
cubra y ya para que descanses. Mira las ojeras que tienes —me dice.
(Tú)— Naah’, no te preocupes: estoy bien
—sonrío.
Clare— De acuerdo ¿eh? Ve con cuidado. Ya
es un poco tarde.
(Tú)— Sí. Adiós.
Me despido de ellos y camino
aproximadamente 2 o 3 cuadras para poder tomar un taxi.
*
* *
Shannon— Oye, no es por ser chismosa pero
vi tu pelea con la señora —me dijo.
(Tú)— Oh. La viste. ¿Quién crees que era?
—le dije.
Shannon— ¿Quién?
(Tú)— La “madre” de Bill Kaulitz —sonrío
irónica.
Shannon— ¿Ah? ¿Cómo? Pero si él antes negaba
tener alguna relación con su madre. Qué raro —frunce el ceño.
(Tú)— Ya ni me digas: me la armo de pleito.
Y de paso me dio tremenda cachetada que ¡pufs! Ya para que te cuento. Ella me
reclama que yo no debo estar con él y quién sabe qué.
Shannon— Condenada vieja. No me agradó
desde que la vi —hace un mohín.
(Tú)— Todavía que le digo: “he pedido guardia para Bill: solo un amigo y
yo podemos ver a Bill, porque nosotros hemos sido los únicos que lo cuidamos y
estamos al tanto de él… no que usted… Seguramente se enteró del accidente de su
hijo por la puta televisión” —suelto una risita.
Shannon— ¡No jales! —pone una mano en su
boca, sorprendida— Jessie, eres un caso: que bueno que la pusiste en su lugar.
(Tú)— ¿Qué iba a decirle? “Oh sí, señora: pase. Ahí le dejo a su hijo”,
mangos. Nada.
Shannon— Vaya —ríe.
Para sonreír o para alguna cosa me dolía la
boca. Vaya recuerdo del golpe. Algún día
Bill se enterará. Decido cambiar el tema de Bill y opto por hablar de la
tía de Shannon.
(Tú)— Y bueno, ¿tú tía como está? —le
pregunto.
Shannon— Adivina: mi tía ya está fuera de
peligro. Ayer no pude venir, pero me avisaron que ya despertó y toda la cosa.
Claro, tiene algunos huesos rotos —se estremece— pero… bien. Bien, bien —sonríe
plena.
(Tú)— Wooow: que genial, Shannon. Ahora yo
estoy esperando que el mío despierte ya —bufo.
Ambas reímos. Shannon me caía bien: tiene
buena actitud y personalidad. He llegado a pensar que es mi hermana gemela
perdida. Siempre tan positiva.
Shannon— Pero no hablemos de mi tía,
hablemos de tu Bill Kaulitz. Mujer, ¿no te gusta? Carajo: es guapo —dice
emocionada.
Abro mis ojos como platos y niego con la
cabeza repetidas veces. No es mí Bill
Kaulitz, es Bill Kaulitz solamente. No es mío. ¡Oh, claro! Es de francés. Mío
no.
(Tú)— Ey, ey: detén tu carro. En primera:
no es mío, y en segunda: no me gusta. Admito que es guapo, pero…. no —frunzo el
ceño— No me gusta.
Shannon— ¡Ay, vamos! No lo niegues: estamos
en confianza. Prometo no decir nada —alza su mano en gesto de promesa.
(Tú)— No me gusta, Shannon. Tan solo mira:
él jamás reemplazará a su esposa y es… raro, en cambio yo… soy más vivaz: Bill
Kaulitz no es mi tipo —susurró indignada.
Shannon ríe. ¿Qué tenía de gracioso? Estaba
diciendo la verdad.
Shannon— Ok, ok. Te creo. Pero yo que tú…
aprovechaba: puedes hacer cambiar a Bill. Puede llegar a ser el chico tierno,
feliz y bromista de antes —dice zalamera.
(Tú)— No.
Shannon— Al menos lo intenté —se encoje de
hombros.
Y de repente me entro la duda por saber
cómo era Frances. ¿Sería como yo la imaginaba? ¿Ella saldría en televisión y
periódicos al igual que Bill? Tal vez Shannon sabía las respuestas a mis
preguntas; si tenía la idea de cómo era Bill antes, me contó lo de su hermano
perdido y como pasó el funeral de su esposa…, yo creo que me puede decir algo
de cómo era Frances.
(Tú)— Oye… mmm, ¿y sabes cómo era Frances?
—le pregunté.
Shannon— Pensé que Bill te lo había dicho…
Bueno, de ella no sé mucho: físicamente era… perfecta. Casi parecida a Scarlett
Johansson, pero en personalidad no. Algunos decían que era satánica y quién
sabe. Pocas veces salía con Bill en la televisión o en el periódico.
(Tú)— ¿Satánica? —digo confundida—
¿Escucharía música black metal, death metal y quemaría iglesias? —río— Lo dudo
mucho.
Shannon— No lo sé, mujer. Ya sabes, la
gente chismosa —dice.
(Tú)— Tienes razón.
Miro la entrada de la habitación y ahí está
un tipo de seguridad. Que bueno: la señora Kaulitz no se ha presentado. Saco mi
celular y le mando un mensaje a Santiago.
“Perro, voy a cenar de rápido. Gracias por estar ahí con
el flojo de Bill :*”
(Tú)— ¿Te
quedarás acá? —le pregunté a Shannon.
Shannon—
Sí: hoy me toca cuidar a la tía loca —ríe—. ¿Tu amigo está cuidado al guapo
Kaulitz?
(Tú)—
Ajá. Voy a la cafetería, ¿vienes?
Shannon—
Yeaph.
* * *
Desperté algo alarmada tras escuchar voces, y
claro, me caí del maldito sofá. Me levanté rápidamente y era Bill quien decía
cosas: “Frances”, “no quiero”, “(Tú)”… ¿Ah? ¿Dijo mi nombre? Frunzo el ceño. Él
comenzó a moverse un poco y no sabía qué hacer. ¡Háblale al doctor, babosa! Se me ocurrió tocar la mano de Bill y
tranquilizarlo. “Que inteligente eres, (Tu primer apellido)”, me dijo mi
subconsciente. Niego con la cabeza y sigo en mi labor.
(Tú)—
Bill, cálmate: estoy aquí. Tranquilo —sonrío.
Era un
momento de tensión ¿y me estaba riendo? Por Dios. Me sentía emocionada y preocupada:
¿lo que estaba sucediendo ahora era algo bueno? Bill aún se movía, no de manera
fuerte pero se movía. Al tener mi mano la apretó con tanta fuerza que hasta me
llegó a doler un poco. No me soltaba.
(Tú)—
Hijo de tu madre —me tapo la boca con mi otra mano, sorprendida—, perdón, digo,
Bill: suéltame. Calmado —digo.
Bill—
Frances… yo no… (Tú)… tú…
(Tú)—
Esto ya no me está gustando. Carajo, suéltame, Bill.
Como pude
me solté de Bill y rápido le informé a una enfermera que Bill estaba haciendo y
diciendo cosas extrañas. La enfermera rápido le avisó a un doctor y a los pocos
minutos ya estaban ahí dentro; yo tuve que salirme. Shannon vio la escena y me
atrajo hacia ella para guardar la calma. No estaba asustada, más bien estaba
emocionada… y un poquitito preocupada. Tal vez el sedante ya había desaparecido
y ahora estaba haciéndole reacción.
5… 10… 15
minutos aproximadamente pasaron. Ahora sí ya me estaba asustando. No salía el
doctor ni la enfermera, nada de ruido. Ay,
no ma… Que no sea nada malo. Shannon jamás me soltó: ya me veía medio
asustada.
Sale el
doctor. Me levanto y me acerco a él. Mierda, ¿ahora qué?
X—
Despertó —dijo medio aliviado.
“Despertó”, esa palabra resonó en mi
cabeza. Bill Kaulitz el flojonazo había despertado ya. Unas cuantas lágrimas
salieron improvisadamente de mis ojos y sonreí emocionada. Miro a Shannon y
alzo mi pulgar derecho en señal de buenas noticias.
ayy por fin espero el proximo prontito por favor quiero saber que me dice un beso
ResponderEliminaraaaa x fjos sube el ap mr g usta x duos sube!!! aaaas
ResponderEliminarNo, no, no!
ResponderEliminarPor qué me dejas con la intriga, siempre me dejas con la intriga
Continua pronto que es muy interesante
Cuídate mucho bye.
Ahh el flojonazo de bill, hahaha me gusto mucho tu capitulo ;)Sigue subiendo
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