15 de agosto de 2013

Capítulo 14



Justo hace tres días sacaron a Bill de terapia intensiva. No sabes el maldito alivio que sentí: el doctor me comentó que ya estaba totalmente fuera de peligro y que ahora se encontraba estable. Ya podía estar más cerca de él en su habitación asignada; lo malo era que cada día y noche tenía que verle esos brazos tan… feos y… cortados y con moretones, junto con su cara vendada… Uy. Como si estuviera cuidando a un maldito zombi. A veces solía “hablar” con él —-¿qué? Tenía que hacerlo. Odiaba el silencio— y le contaba lo que hacía cuando niña: no perdía la esperanza de que me escuchaba. Hubo una vez en el que movió la mano, pero no se lo dije a las enfermeras o al doctor: tal vez era una reacción. No iba a ser como esos de la televisión que al ver que su familiar mueve la mano ya es todo un milagro. Que tonto. Escuchaba música desde el altavoz para poner mejor el ambiente, a escondidas de las enfermeras claro está.
    Santiago siempre venía acá al hospital desde las 6, y yo aprovechaba para ir a bañarme o hacer otra cosa. Esa era siempre la rutina: llegaba él, yo salía rápido, me bañaba y me traía comida echa por mí —la de la cafetería es toda una decepción, excepto la hamburguesa vegetariana—, volvía al hospital y ahí platicaba un rato con mi amigo —insisto en que decir la palabra ‘amigo’ es rara—. Ya estaba un poco mejor: la preocupación poco a poco se iba; pensaba cada vez más de manera positiva, y también empecé a leer ‘Desnuda – El Affaire Blackstone I’ bien y sin problemas. Es más, hoy terminé de leerlo. Casi lloro con el final.
    Marco con su lápiz una cruz en el 19. Hoy es 19 de marzo del 2013. Exactamente un mes de haber conocido a Bill Kaulitz: el magnate empresario y deprimido con problemas psicológicos. El 29 cumple años mi hermano. Con tantas cosas que han pasado… Wow: me volveré loca. Miro a Bill aún sin despertar, dormido… sedado: sin hacer nada. Suspiro y me conecto a internet para revisar algo que me tenía ya algo intrigada: el meteorito que cayó en Rusia exactamente el día que conocí a Bill: el 19 de febrero. Esa noticia fue todo un caso: a mí me dejó totalmente sorprendida, pues solo escuchaba que caían fragmentos de meteoritos o algo así. Se aproxima el apocalipsis.
Pude investigar una foto del meteorito ya revelada: si estaba grande. Menos mal que ya no habrá más.
    Dejo el celular en el sofá y miro a Bill. Me desesperaba, preocupaba… Todo me causaba este hombre. Y ni quiero ver cuando le quiten todas las vendas de esa cara: ya lo imagino. Nadie queda bien después de una reconstrucción.

    (Tú)— Vamos, Bill: despierta —dije—. Tu empresa te está esperando, una vida te está esperando, yo también te estoy esperando: quiero que hagamos las paces… y que me digas de qué artista era el EP —digo con tristeza, luego río—. Maldita sea: soy una interesada.

    Él no decía nada. Solo respiraba de forma tranquila y lenta. Ahí sigue el Bill Kaulitz desfallecido.

    (Tú)— Por ahí alguien me ha contado algo de tu pasado… mmm, al parecer no encontrarás a alguien igual como Frances, y lo entiendo ¿ah? La amabas mucho —asiento para mí misma—… Pero bueno, ya despierta maldito: tenemos mucho de qué hablar.

    Me acerco a él y me siento en el borde de la cama. Solo una vez me animé a tocar una de sus manos, pero… se sentía como si tocaras a un muerto: su piel era áspera y fría. Esta vez lo hago de nuevo y se siente igual. Fría. Áspera. Nada. No puedo evitar sentir tristeza por él.
    Su mano aprieta la mía y me sorprendo un poco. Bueno, ahí otra reacción. Sonrío forzadamente y pongo mi otra mano sobre la suya.

    (Tú)— ¿Tienes fuerza, ah? —digo medio burlona.

    Y ya no me quito soltar. Frunzo el ceño. Quito mi mano izquierda y veo que la derecha la tiene bien agarrada: no la suelta. Hago el intento y nada.

    (Tú)— Suéltame, Bill. Oh, sí, como si me fueras a hacer caso —digo para mí misma.

    Suelta mi mano y la quito. Al parecer no está tan ‘muerto’ como pensaba. Escucho voces cerca de la habitación: “señora, entienda: no puede pasar”, “solo puede haber una persona aquí y ya está dentro”. Me dirijo a la puerta, abro y me encuentro a una enfermera y a una señora: ambas me miran. La señora me quita de la puerta y entra. Alzo las cejas.

    X— Lo siento señorita: le dije a la señora que no podía entrar —me dijo la enfermera.
    (Tú)— Descuida: yo ahorita la saco —asiento.

    La enfermera se fue de ahí algo apenada; yo me giré para ver lo que la señora estaba haciendo: decía miles de cosas incoherentes y solo tocaba a Bill. Tarde varios segundos en comprender todo esto. Ella es la mamá de Bill. Algo de enojo en mí creció.

    (Tú)— Señora, eh… señora —digo y le toco el hombro.
    X— Suélteme, no me toque: oh, Dios. Hijo, he estado tan preocupada por ti —dijo en un lamento.
    (Tú)— Por favor, señora —insisto algo molesta—: salga.

     Creo que estaba por darme un ataque de risa al ver esa escena. ¿De verdad esa señora estaba tan preocupada por Bill? Por favor: que no me venga con esas estupideces. Esa señora debería haber estado aquí desde que su nuera murió. Respiro profundamente, tomo a la señora del brazo, la saco como puedo y salgo no sin antes cerrar la puerta. Ahora sí ya estaba enojada. ¿Cómo rayos podía ser tan hipócrita con su propio hijo? Suspiro y la llevo lejos de la habitación; la señora me dijo mil cosas. Ya al alejarnos lo suficiente la solté bruscamente.

    X— ¿Y tú quién eres como para alejarme de mi hijo? ¿Ah? De seguro eres una de esas intrusas queriendo su dinero —dijo indignada y molesta.
    (Tú)— ¿Y usted quién es como para portarse tan hipócrita con su propio hijo, ah? Usted es su madre y debería haber estado desde antes aquí, cuidando a su hijo, desvelándose y estando al tanto de él. Me sorprende tanto ver que se preocupa tanto por él: o sea, muere la esposa de su propio HIJO y lo deja ahí como perro, luego esto y usted no aparece. ¿Qué carajos pasa por su cabeza? —digo furiosa.
    X— No tienes derecho a faltarme el respeto. Yo… he estado muy ocupada por el trabajo —dijo—. Y además, ¿tú como sabes todo eso? —frunció el ceño.
    (Tú)— ¿O sea que estoy diciendo la verdad? Muere su nuera y usted ni en cuenta: prefiere el maldito trabajo que estar con su hijo. ¿Sabe qué? Regrese de donde vino —señalo el pasillo que está detrás de ella.
    X— ¡Eres una grosera, mal educada! —exclamó indignada— Ya veremos a quién prefiere mi hijo: a su madre… o a una… —guarda silencio.
    (Tú)— Dígalo, señora, dígalo con confianza: a mí me viene valiendo un carajo lo que diga de mí. Yo soy la que ha cuidado de Bill desde mucho antes: en un mes, señora —alzo mi dedo índice derecho—… en solo un maldito mes he conocido ya casi toda la vida de su hijo; lo que lo tiene en depresión, lo que le angustia… he estado con él desde que sufrió el accidente. Así que… mejor regrese de donde vino.
    X— No puedes obligarme: Bill, mi hijo, me va a preferir a mí que a usted —dijo.
    (Tú)— ¿Qué quiere apostar señora? Es su palabra contra la mía. De todos modos, ¿sabe qué hice ya? He pedido guardia para Bill: solo un amigo y yo podemos ver a Bill, porque nosotros hemos sido los únicos que lo cuidamos y estamos al tanto de él… no que usted… Seguramente se enteró del accidente de su hijo por la puta televisión —digo socarrona.

    Y una gran cachetada me lanzó, casi logra girarme la cara. No dije nada. Tiene fuerza la señora: apenas y logró sacarme un poco de sangre. Me limpio los restos de sangre con la mano y sonrío. Jamás, en la vida, nadie me había dado una cachetada tan fuerte. De ser una chica de mi vida la hubiera hecho trizas y la hubiera sacado a patadas.

    X— Pagarás caro haberme dicho esas cosas —murmuró furiosa.
    (Tú)— Y usted pagará caro el haber descuidado tanto tiempo a su hijo. Vamos a ver quien pierde: usted o yo —digo retadora.

    La dejo ahí sola y me dirijo a la recepción. La verdad era que no estaba muy enojada e improvisé todo el discurso de hace unos segundos, pero es que esta señora es imposible. Vamos a ver qué tan ‘madre’ es la señora. La enfermera al verme con el labio inferior hinchado se espantó.

    (Tú)— Solo Santiago Care y yo podemos ver al paciente Kaulitz —le digo seria.
    X— Pero… no puede hacer eso —dijo.
    (Tú)— La señora de allá no tiene ningún permiso para poder verlo: Santiago Care y yo firmamos una responsiva para poder cuidar y ver a Bill Kaulitz. ¿O acaso la responsiva no vale? —la miro.
    X— Está bien, ok. Pediré que un guardia esté fuera de la habitación —dice, marcando un número en el teléfono.
    (Tú)— Gracias —sonrío.

    Vuelvo a la habitación y antes de entrar reviso si la señora no está. Nada. Entro y  no hay nadie tampoco. Caigo sentada en el sofá y ahí sigue el Bill Kaulitz zombi. Solo continúa respirando de manera lenta y profunda. Suspiro y me toco suavemente la zona en donde me cacheteó la señora Kaulitz: esto solo tardará unos días en quitarse. Bill no estará enterado del golpe. ¿Y ahora como le voy a hacer cuando Bill despierte y su ‘madre’ siga aquí? Obviamente tengo que decírselo, pero… ojalá y la acepte. Ahí yo no me meto. Suena mi celular y contesto.

    (Tú)— ¿Qué paso? —digo en voz baja— ¿Ya vienes para acá? Mmm… Aún no hay nada. Bill sigue de flojonazo —sonrío y miro a Bill—… ¿Ah? No: todo bien por aquí… Sí. Ok… Te espero… Ajá, adiós —cuelgo.

    En lo que llegaba Santiago yo me puse a escuchar música. El doctor en la mañana me había dicho que le habían puesto algo de sedante extra a Bill para que no sintiera dolor por la cara y quién sabe qué más. Entonces eso quería decir que en otros días más despertaría. Ni voy a querer escuchar sus gritos sin el sedante.

* * *

Justo cuando iba saliendo de mi casa me encontré con Clare y su familia: se les podía notar lo preocupados que estaban también por Bill. ¿Ves? Hasta mis vecinos se preocupan por Bill. Crucé la calle para encontrarme con ellos y ponerlos al tanto.

    (Tú)— Hola —sonrío.
    Clare— (Tú), hola. ¿Cómo sigue Bill? —me preguntó.
    (Tú)— Bueno, hace unos días salió de terapia intensiva; ahora solo hay que estar checando su ritmo cardiaco o su presión arterial. Sigue sedado y aún no le quitan sus vendas —dije.
    Sra. Mei— Por Dios, gracias al cielo. Que bueno. Ahora solo que hay que esperar —sonríe levemente.
    (Tú)— Ya vamos, de poco a poco —asiento.
    Sr. Mei— ¿Has sabido algo de los 4 maleantes? —preguntó.
    (Tú)— No. He estado de aquí para allá por Bill Kaulitz que ni tiempo me ha dado para preguntarles a los oficiales sobre esos tipejos.
    Sr. Mei— Ojalá los atrapen pronto.
    (Tú)— Sí. Bueno, tengo que irme ya: un amigo me está esperando allá en el hospital —me acomodo mi mochila en el hombro.
    Clare— (Tú): cuando quieras pídeme que te cubra y ya para que descanses. Mira las ojeras que tienes —me dice.
    (Tú)— Naah’, no te preocupes: estoy bien —sonrío.
    Clare— De acuerdo ¿eh? Ve con cuidado. Ya es un poco tarde.
    (Tú)— Sí. Adiós.

    Me despido de ellos y camino aproximadamente 2 o 3 cuadras para poder tomar un taxi.

* * *

    Shannon— Oye, no es por ser chismosa pero vi tu pelea con la señora —me dijo.
    (Tú)— Oh. La viste. ¿Quién crees que era? —le dije.
    Shannon— ¿Quién?
    (Tú)— La “madre” de Bill Kaulitz —sonrío irónica.
    Shannon— ¿Ah? ¿Cómo? Pero si él antes negaba tener alguna relación con su madre. Qué raro —frunce el ceño.
    (Tú)— Ya ni me digas: me la armo de pleito. Y de paso me dio tremenda cachetada que ¡pufs! Ya para que te cuento. Ella me reclama que yo no debo estar con él y quién sabe qué.
    Shannon— Condenada vieja. No me agradó desde que la vi —hace un mohín.
    (Tú)— Todavía que le digo: “he pedido guardia para Bill: solo un amigo y yo podemos ver a Bill, porque nosotros hemos sido los únicos que lo cuidamos y estamos al tanto de él… no que usted… Seguramente se enteró del accidente de su hijo por la puta televisión” —suelto una risita.
   Shannon— ¡No jales! —pone una mano en su boca, sorprendida— Jessie, eres un caso: que bueno que la pusiste en su lugar.
    (Tú)— ¿Qué iba a decirle? “Oh sí, señora: pase. Ahí le dejo a su hijo”, mangos. Nada.
    Shannon— Vaya —ríe.

    Para sonreír o para alguna cosa me dolía la boca. Vaya recuerdo del golpe. Algún día Bill se enterará. Decido cambiar el tema de Bill y opto por hablar de la tía de Shannon.

    (Tú)— Y bueno, ¿tú tía como está? —le pregunto.
    Shannon— Adivina: mi tía ya está fuera de peligro. Ayer no pude venir, pero me avisaron que ya despertó y toda la cosa. Claro, tiene algunos huesos rotos —se estremece— pero… bien. Bien, bien —sonríe plena.
    (Tú)— Wooow: que genial, Shannon. Ahora yo estoy esperando que el mío despierte ya —bufo.

    Ambas reímos. Shannon me caía bien: tiene buena actitud y personalidad. He llegado a pensar que es mi hermana gemela perdida. Siempre tan positiva.

    Shannon— Pero no hablemos de mi tía, hablemos de tu Bill Kaulitz. Mujer, ¿no te gusta? Carajo: es guapo —dice emocionada.

    Abro mis ojos como platos y niego con la cabeza repetidas veces. No es Bill Kaulitz, es Bill Kaulitz solamente. No es mío. ¡Oh, claro! Es de francés. Mío no.

    (Tú)— Ey, ey: detén tu carro. En primera: no es mío, y en segunda: no me gusta. Admito que es guapo, pero…. no —frunzo el ceño— No me gusta.
    Shannon— ¡Ay, vamos! No lo niegues: estamos en confianza. Prometo no decir nada —alza su mano en gesto de promesa.
    (Tú)— No me gusta, Shannon. Tan solo mira: él jamás reemplazará a su esposa y es… raro, en cambio yo… soy más vivaz: Bill Kaulitz no es mi tipo —susurró indignada.

    Shannon ríe. ¿Qué tenía de gracioso? Estaba diciendo la verdad.

    Shannon— Ok, ok. Te creo. Pero yo que tú… aprovechaba: puedes hacer cambiar a Bill. Puede llegar a ser el chico tierno, feliz y bromista de antes —dice zalamera.
    (Tú)— No.
    Shannon— Al menos lo intenté —se encoje de hombros.

    Y de repente me entro la duda por saber cómo era Frances. ¿Sería como yo la imaginaba? ¿Ella saldría en televisión y periódicos al igual que Bill? Tal vez Shannon sabía las respuestas a mis preguntas; si tenía la idea de cómo era Bill antes, me contó lo de su hermano perdido y como pasó el funeral de su esposa…, yo creo que me puede decir algo de cómo era Frances.

    (Tú)— Oye… mmm, ¿y sabes cómo era Frances? —le pregunté.
    Shannon— Pensé que Bill te lo había dicho… Bueno, de ella no sé mucho: físicamente era… perfecta. Casi parecida a Scarlett Johansson, pero en personalidad no. Algunos decían que era satánica y quién sabe. Pocas veces salía con Bill en la televisión o en el periódico.
    (Tú)— ¿Satánica? —digo confundida— ¿Escucharía música black metal, death metal y quemaría iglesias? —río— Lo dudo mucho.
    Shannon— No lo sé, mujer. Ya sabes, la gente chismosa —dice.
    (Tú)— Tienes razón.

    Miro la entrada de la habitación y ahí está un tipo de seguridad. Que bueno: la señora Kaulitz no se ha presentado. Saco mi celular y le mando un mensaje a Santiago.

“Perro, voy a cenar de rápido. Gracias por estar ahí con el flojo de Bill :*”

    (Tú)— ¿Te quedarás acá? —le pregunté a Shannon.
    Shannon— Sí: hoy me toca cuidar a la tía loca —ríe—. ¿Tu amigo está cuidado al guapo Kaulitz?
    (Tú)— Ajá. Voy a la cafetería, ¿vienes?
    Shannon— Yeaph.

* * *

Desperté algo alarmada tras escuchar voces, y claro, me caí del maldito sofá. Me levanté rápidamente y era Bill quien decía cosas: “Frances”, “no quiero”, “(Tú)”… ¿Ah? ¿Dijo mi nombre? Frunzo el ceño. Él comenzó a moverse un poco y no sabía qué hacer. ¡Háblale al doctor, babosa! Se me ocurrió tocar la mano de Bill y tranquilizarlo. “Que inteligente eres, (Tu primer apellido)”, me dijo mi subconsciente. Niego con la cabeza y sigo en mi labor.

    (Tú)— Bill, cálmate: estoy aquí. Tranquilo —sonrío.

    Era un momento de tensión ¿y me estaba riendo? Por Dios. Me sentía emocionada y preocupada: ¿lo que estaba sucediendo ahora era algo bueno? Bill aún se movía, no de manera fuerte pero se movía. Al tener mi mano la apretó con tanta fuerza que hasta me llegó a doler un poco. No me soltaba.

    (Tú)— Hijo de tu madre —me tapo la boca con mi otra mano, sorprendida—, perdón, digo, Bill: suéltame. Calmado —digo.
    Bill— Frances… yo no… (Tú)… tú…
    (Tú)— Esto ya no me está gustando. Carajo, suéltame, Bill.

    Como pude me solté de Bill y rápido le informé a una enfermera que Bill estaba haciendo y diciendo cosas extrañas. La enfermera rápido le avisó a un doctor y a los pocos minutos ya estaban ahí dentro; yo tuve que salirme. Shannon vio la escena y me atrajo hacia ella para guardar la calma. No estaba asustada, más bien estaba emocionada… y un poquitito preocupada. Tal vez el sedante ya había desaparecido y ahora estaba haciéndole reacción.
    5… 10… 15 minutos aproximadamente pasaron. Ahora sí ya me estaba asustando. No salía el doctor ni la enfermera, nada de ruido. Ay, no ma… Que no sea nada malo. Shannon jamás me soltó: ya me veía medio asustada.
    Sale el doctor. Me levanto y me acerco a él. Mierda, ¿ahora qué?

    X— Despertó —dijo medio aliviado.

    Despertó”, esa palabra resonó en mi cabeza. Bill Kaulitz el flojonazo había despertado ya. Unas cuantas lágrimas salieron improvisadamente de mis ojos y sonreí emocionada. Miro a Shannon y alzo mi pulgar derecho en señal de buenas noticias.

    X— Ha nombrado su nombre varias veces. Tal vez desee verla —sonríe.


4 comentarios:

  1. ayy por fin espero el proximo prontito por favor quiero saber que me dice un beso

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  2. aaaa x fjos sube el ap mr g usta x duos sube!!! aaaas

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  3. No, no, no!
    Por qué me dejas con la intriga, siempre me dejas con la intriga
    Continua pronto que es muy interesante
    Cuídate mucho bye.

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  4. Ahh el flojonazo de bill, hahaha me gusto mucho tu capitulo ;)Sigue subiendo

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Gracias por comentar(: