29 de julio de 2013

Capítulo 9



•Narra (Tú):

Después de haber dicho múltiples frases poco conocidas para Bill, éste último insistió en que fuera a su casa. Me negué por vez consecutiva, pero él siguió insistiendo e insistiendo. Bueno, tuve que aceptar. ¿Qué? Debía aceptarlo, sino me estaría molestando las 24/7.
“Uy, ¡una cita!”, exclamó mi subconsciente. No, no es una cita. Y además, una cita es en un lugar público. Bufo. Termino de ponerme mis Converse y salgo de mi cuarto con una pequeña bolsa colgada atravesándome. Llevaba dinero, llaves, celular y mi par de audífonos. Estoy lista. Salgo de casa, me monto en mi bicicleta y me encamino hacia la casa de Bill.
    El día estaba tranquilo, peor por alguna razón alguna tenía unos nervios muy extraños. No eran de emoción, sino de otra cosa: otra cosa que no me agradaba en lo absoluto. Que Bill no salga con su crisis, por favor. Pedaleaba mi bicicleta con algo de rapidez; no me gustaba ir lenta, prefería lo veloz. Con ‘Bangarang’ de Skrillex sonando en mis audífonos me daba más ganas de ir rápido. Era ya costumbre.
    Atravieso la calle 23. Una casa enorme…, con un arbusto en forma de cubo. Frunzo el ceño. Buscaba con cautela la casa que mencionó Bill; ninguna coincidía. Mmm, tal vez se equivocó. Sigo pedaleando, buscando la casa. Cuéntame una historia… alguna en la que gane la maldad. Canto la canción ‘Pensándolo bien pensé mal’ de Panda en mi mente. Cruzo, nuevamente, la calle 25. Voy bajando el ritmo al pedaleo y voy buscando la casa con un arbusto en forma de cubo. Listo: aquí está. Sonrío y bajo de la bicicleta.
Vaya, sí que era una zona de ricos. Todo está perfectamente limpio y… ¿caro? Zarandeo la cabeza y bajo de la bicicleta, la dejo a un lado de la puerta y toco tres veces la puerta. Espero a que Bill me abra y no hay respuesta. Bueno, ha de estar haciendo algo. Miro mis dedos y luego atrás para mirar las demás casas: qué raro es estar aquí. Todas están pintadas en el mismo color, tienen más de 2 autos estacionados, tienen área verde… Típico de gente así. Suelto una risita y me vuelvo. Toco nuevamente —tres veces— y no hay respuesta. Frunzo el ceño. Ok, esto raro. ¿O Bill querrá hacerme lo mismo que yo a él? No, no lo creo vengativo. ¿O sí?
    Se abre la puerta, y antes de que diga algo Bill grita emocionado. Doy un respingo y casi me jala de la mano para entrar. Esto me huele muy raro. Todo era bastante… lúgubre aquí: nada de color, nada iluminación; todo sucio, con olor a humedad. Se ve que esta casa perdió luz hace tiempo. Miro todo, sorprendida, y no hay nada de ruido. Que miedo. Bill caminó hacia la cocina y ya no lo vi más.
Giro y en la sala, arriba de la chimenea llena de moho, hay muchas fotos…, de una chica y Bill, otra chica —al parecer la misma—, Bill, una señora, y de un niño. La del niño ya estaba rota; la de la señora muy arruinada.
    Me impresionó más la chica: pelo rojizo, largo y con suaves caireles cayéndole por los hombros; tez blanca y labios finos y carmesí. Portaba una sudadera, la capucha la llevaba puesta y ella tenía una mirada de chica mala. Pronto caí en quién era. Frances. No puedo creerlo: era extremadamente hermosa. Ya entiendo a qué viene tanta depresión y soledad.

    Bill— Pensé que no vendrías, mocosa horrorosa —dijo, con voz extraña.

    Frunzo el ceño. No…, no puede ser. Me giro y casi pego un grito cuando miré a Bill con una enorme botella de tequila en la mano… Totalmente borracho. Sí, comencé a asustarme, mucho: ver borrachos o escucharlos hablar me causaba demasiado pavor.  Como mi “papá”. Caminó lentamente hacia mí, desorbitado, con una sonrisa poco bonita en su cara; yo poco a poco caminaba hacia atrás. Mis ojos estaban abiertos debido al miedo, mis manos y mi labio inferior comenzaron a temblar.

    (Tú)— Kaulitz, ¿desde a qué hora estás… así? —dije, optando por tener una postura fuerte.
    Bill— Bueno, digamos que ayer —se encoje de hombros—: no sabes cómo extrañaba ya estas mierdas, mocosa —dice, poniendo en alto la botella—. ¿Quieres? —me mira sonriente.
    (Tú)— N… No. Kaulitz, me dijiste que ya no volverías a hacerlo —dije, con mi voz comenzando a temblar—. ¿Es que no piensas en tu esposa?

    Bill miró la botella, frunció el ceño y luego dirigió su mirada a mí. Sus ojos comenzaban a aguadarse. Mierda, mierda. Bill Kaulitz, esto no es gracioso. Camino rápidamente hacia donde estaba yo y rápidamente lo esquive. Carajo, ya estaba asustada.
Estaba totalmente perdido este hombre. Sentía que quería golpearme o no sé.

    Bill— ¿Y tú quién te crees como para decirme si pensar o no en mi puta esposa? ¿Ah? Te invito amablemente a mi casa y tú vienes con tus estupideces. ¿Somos libres de hacer lo que queramos, no? ¿NO? —gritó.
    (Tú)— Sí, pero… entiende que...

    Me interrumpe.

    Bill— ¡Cállate! ¡Cállate antes de que te rompa la boca! —gritó.

    Trato de protegerme con mis brazos, derramando unas cuantas lágrimas. Los recuerdos venían rápidamente a mi mente: los gritos, las malas palabras, los golpes…, todo. No, no, (Tú): Bill Kaulitz no es así. Tú puedes contra él. Ay, sí puedo…, pero el maldito miedo puede más.

    Bill— ¿Qué? ¿Ahora vas a llorar? Ay, pobre de la nena —dice divertido—. ¿Qué se siente, mocosa? Ahora no todo es tan perfecto para ti, ¿o sí? Esto es lo que yo paso aquí… ¿Por qué se tuvo que morir Frances? ¡Jodido Dios que se la llevó! Yo me hubiera muerto, pero ella no. Yo tuve la culpa de que ella se muriera…

    Comenzó a hablar muchas estupideces, y casi todas diciendo que yo tenía la culpa de todo. Cada vez me daba más miedo. Venir no era buena idea, sabía que esto iba a pasar. En lo que él hablaba miles de cosas sobre mí yo poco a poco caminaba hacia la salida: tenía que salir ya, a como diera lugar. “Te metiste en un gran lío, (Tú)”, me dijo mi subconsciente. Ahora no tenía tiempo para escuchar las quejas de mi conciencia. ¡Sal ya! Al estar casi a punto de tocar el picaporte Bill rió, lo miré y casi me desmayo al ver que él tenía las llaves. Maldita sea, ¿qué planeas hacer? Casi grito del pavor.
Como pudo, Bill caminó rápidamente hacia mí, yo corrí hacia la cocina. La mesa era lo único que nos tenía separados: era él contra mí.  Caminó hacia el lado derecho, y yo hacia el lado contrario; rió y se lamió los labios. Joder, para ya.

    Bill— No tengas miedo: no sería capaz de golpearte —dijo inocente.
    (Tú)— Este no eres el Bill que conozco: necesitas ayuda urgentemente —dije, totalmente temerosa.
    Bill— ¿Ayuda? —suelta una risotada— Sí, claro.

    Hace un movimiento rápido y trata de jalarme de la blusa, pero lo esquivo nuevamente. Me sentía bloqueada: sabía qué hacer ante una situación de violencia, pero lo único que sabía hacer era huir. Bill me daba más miedo que nunca, y aunque sé que se le olvidaría… yo no. Jamás olvido cosas de este tipo. Y lo va a pagar muy caro.

    (Tú)— Ni te atrevas a tocarme… —murmuré.
    Bill— ¿Qué? ¿Piensas atacarme con uno de tus movimientos karatecas? —sonrió burlón.
    (Tú)— Bill, reacciona: tú no eres así. No me hagas dudar en usar un cuchillo. Estamos en tu cocina: cualquier objeto punzocortante me sirve de mucho. Por favor… me estás asustando —dije entre lloriqueos.
    Bill— Tú no eres una asesina —dijo tristemente.

    Es ahora o nunca. Como pude salí de la cocina, pero debido a las largas piernas de Bill me atrapó entre sus brazos. No grité, sólo comencé a llorar amargamente. Bill inhaló el olor de mi cabello; su fuerza aumentaba más y más. Quedaré traumada de por vida.
Más imágenes vinieron a mi cabeza: Bill me tenía de la misma forma que esa persona. Solo tenía 11 años. Era solo una niñita.

    Bill— ¿Ves? No quiero hacerte daño —dijo.
    (Tú)— Debes superar tus mierdas, Kaulitz. Yo no tengo la culpa de lo que hayas pasado —murmuré.
    Bill— ¿No entiendes que sólo tú me puedes ayudar a cambiar? Desde que te vi no he dejado de pensar en ti. Ni con las putas con las que estoy me logro olvidar de ti: Frances y tú ocupan todo en mi cabeza —susurró.

    Casi me asqueo con su asqueroso olor a alcohol y cigarro. Ya no lo aguantaba más. Abro mis ojos, siento la adrenalina correr por mi cuerpo. Con una gran fuerza lo empujo hacia atrás, me giro rápidamente y veo que él está casi cayéndose al suelo; intenta incorporarse, pero me pongo sobre él, lo giro boca abajo, retengo sus manos y él comienza a quejarse.

    (Tú)— Ni tú, ni nadie vuelve a tocarme. ¿Estamos? —dije.

    Tomo su brazo derecho y le aprieto su vena principal. Bill cae desmayado en definitiva. Me levanto sin ganas y caigo sentada en los escalones que están detrás de mí, mientras miro al Bill desmayado. Esto es por Frances y por mí. Me tapo la cara con el brazo y lloro más fuerte. Pero que escena tan traumante. ¿Tú que hubieras hecho? Seguramente lo hubieras matado con el cuchillo más grande y filoso que encontraras en la cocina.
    Bill tiene problemas serios, muy serios: depresión grave, es alcohólico y fumador, tiene conductas agresivas. ¿Qué más puedo esperar de él? ¿Qué sea drogadicto? ¿Un violador? Niego con la cabeza. Trato de calmarme. Ya he estado en peores situaciones. Respiro profundamente, me levanto y encuentro unas hojas y un lapicero. Sí, le escribiré a ese cabrón. Bill mañana despertara totalmente confundido: con la borrachera y el desmayo provocado tendrá suficiente. Para que siempre se acuerde de mí. Escribo la nota, la dejo en la mesa y la reviso:

¿Qué se sintió? ¿Lindo, no? Pues ahora por dejarme traumada no volverás a verme hasta que superes tus traumas, cabrón. Y mejor ya no digo nada porque me voy a arrepentir después. Hasta entonces, no vayas a buscarme, porque no  voy a estar para ti.
Atentamente: la mocosa horrorosa.

Dejo ahí la hoja y el lapicero, me acomodo la ropa, todo. Miro por última vez las fotos de Bill y niego con la cabeza. Haces mucha falta aquí, Frances: tu esposo está mal… muy mal.

    (Tú)— Pero prefiero que estés en donde estés, que cargar con todo esto —dije.

    Camino con mis cosas y salgo de la casa de Bill, me monto en mi bicicleta y me dirijo esta vez a la casa de Santiago. Necesito estar con alguien para superar mi trauma temporal.

* * *

    Toco la puerta del apartamento de Santiago y este abre a los 30 segundos. Al verme sonríe y me abraza, entro y tiro todo en su sofá. Bill irá a buscarme luego… y yo no quiero ni verlo. Me siento en el sofá con mis piernas recogidas, mientras Santiago comienza a decirme miles de cosas: que por qué no lo había visitado ya, ninguna llamada, en fin. Ahora no estoy para juegos.
    Al ver mi cara, Santiago opta por ponerse serio. La cosa andaba mal. Él me conocía la perfección.

    Santiago— ¿Qué te pasa? —me preguntó, tallándome el brazo.
    (Tú)— ¿Te acuerdas de Bill… Bill Kaulitz? ¿El cabrón con problemas emocionales? —lo miro.
    Santiago— Sí —asiente—, ya me has contado algo.
    (Tú)— Bueno…, él… Me invitó a su casa hoy y fui…, pero algo andaba mal. Desde que entré no me dio confianza y… Bueno, el caso es que estaba borracho...

    Santiago me interrumpe.

    Santiago— ¿Qué te hizo ese idiota? Dime, (Tú). ¿Te defendiste al menos? Oh, no puede ser, (Tú) —me abraza.

    Suelto unas cuantas lágrimas. Santiago ya conocía todo mi caso: se lo conté como a los 6 meses de que habíamos hecho una amistad seria. Desde ese día siempre me ha estado apoyando y bueno… Cuando le digo algo mencionado acerca de eso se pone histérico e impotente.

    (Tú)— Sí me defendí, pero… ya sabes: mis traumas y todo eso… Me pusieron la mente en blanco; no sabía cómo reaccionar. Aparte empezó a beber desde ayer… —suspiro asustada.
    Santiago— Te dije que ese tal tipillo no era de fiar. ¿Te golpeó? ¿Qué te dijo? —inquirió.
    (Tú)— No me golpeó, pero me dijo una que otra cosa: “mocosa horrorosa”, “cállate antes de que te rompa la boca”…, bueno. Se puso muy agresivo —me encojo de hombros.
    Santiago— No debes pasarlo como si nada: denúncialo con la policía. (Tú), ya te pasó una vez: no podemos dejar que pase esto de nuevo —me mira.
    (Tú)— ¡No! Denunciarlo no: él no es agresivo ni nada. Tiene una depresión grave y por eso toma frenéticamente. Tiene que buscar ayuda, Santiago —dije.
    Santiago— Pero tú misma has dicho que se puso agresivo. Mira, (Tú): hay que hacer eso o si no sucederá nuevo y… yo no lo soportaría —murmuró.
    (Tú)— Ya lo sé, pero… es que…

    Santiago me abraza nuevamente y me da un beso en la cabeza. Sí, sí, ya sé que necesito hacer algo en contra de Bill, pero… no me veo con la suficiente capacidad como hacerlo. Solo es un hombre deprimido por la muerte de su esposa, y lo entiendo… Yo quise suicidarme. No, denunciarlo con la policía no.

    Santiago— Ahora yo no podré dejarte sola porque si no un tipo extraño te dice “ven a mi casa” y te hace algo —dice. Niega con la cabeza—. Y bueno, ¿cómo estás ahora?
    (Tú)— Creo que bien. Debo asimilarlo y... ya está —asiento para mí misma.
    Santiago— ¿Segura? —me mira, con una ceja arqueada.
    (Tú)— Creo que necesito retomar unas cuantas sesiones con un psiquiatra —digo, frotándome las sienes.
    Santiago— Sí, pero bueno. No quiero recordártelo… ¿qué le hiciste a ese hijo de puta? —preguntó.
    (Tú)— Nada en especial —me encojo de hombros—: lo tiré con mis codos, lo puse boca abajo y con mis dedos poderosos —alzo mi dedo índice y medio— le apreté su vena principal del brazo… Se desmayó. Fin. —sonrío forzadamente.
    Santiago— Oh, ese truco tan tuyo… (Tú), ¿quieres salir un rato? Necesitas refrescarte después de un momento… uy —se estremece.
    (Tú)— Claro, ¿pero luego iremos a comer? —lo miro tímidamente.

     Santiago asintió.

    Santiago— ¿Un cuarto de libra en Mc Donald? —sonríe.
    (Tú)— Sí.
    Santiago— Vamos entonces.

    Va a la cocina por sus llaves, abre la puerta y salimos de ahí para dirigirnos a Mc Donald. “Necesito retomar unas cuantas sesiones con un psiquiatra”. Espero que Bill Kaulitz no vuelva buscarme en su vida, porque esta vez no respondo.








Bueno, antes nada: gracias por leer y comentar la historia. Perdón por tardarme al subir, pero tengo cosas que hacer; probablemente me tarde de 3 hasta 5 días en subir en cada capítulo. Espero y entiendan. Me voy, chicas: tengo un dolor de cabeza que me está jodiendo demasiado. Adiós.
PD: “meter el muñequito en la cueva” es una manera de llamarle al sexo. Si han visto la película ‘Zombienland’ lo entenderán xD.

6 comentarios:

  1. holaa wwww me encanto el cap jajaja pelean mmuxo tn y bill jajaja fui la primera en leer (eso creo) jajaja kreo k en my fic ora si el viernes subo x q murio mi ttio y no voy a poder asta el viernes bueno vay te cuidas :D chao
    PD: PASAME TU FACEBOOK (SI TIENES ) A Y TWITTER (IGUAL SI TIENES )

    ResponderEliminar
  2. ¡wow!
    ¿Qué le sucede a Bill? De verdad que esta bien mal
    Me quedé con ganas de leer más, tendré que esperar.
    P.D: Lo de "meter el muñequito en la cueva" si era lo que yo pensaba jaja xD
    Sube pronto cuídate mucho bye.

    ResponderEliminar
  3. ¿que fue eso? espero que bill se de cuenta de la metidota de pata que dio esperare el siguiente y que te mejores

    ResponderEliminar
  4. No creas que no, pero si he estado leyendo tu fic *--* Sólo que no había podido comentar xD Sigue por favor :3

    ResponderEliminar
  5. no ma que le sucede a Bill esta muy mal tiene que superar su perdida
    llore un poco T_T pobre (TN)
    sube pronto!!
    cuidate mucho

    ResponderEliminar
  6. Me gustó lo que le hizo ella, dejarlo inconsciente de esa manera...
    Espero que Bill ordene su mente pronto -.-
    Perdona si no comento seguido, trataré de hacerlo.
    Cuídate.

    ResponderEliminar

Gracias por comentar(: