21 de septiembre de 2013

Oneshoot #1 - Ella se va de casa.



29 de agosto del 2013

Miércoles 29 de julio, 5 de la mañana, casi el amanecer. Las Vegas, Nevada. Está lista con una mochila llena de ropa y otra más pequeña con miles de recuerdos; sabe que la está esperando, sabe que yéndose de ahí recuperará algo —o poco— de lo que nunca tuvo: libertad. Cierra silenciosamente la puerta de madera ya vieja y descolorida de su habitación, baja suavemente las escaleras y entre suaves sollozos deja una carta con ligeras gotas en ella: lágrimas derramadas de (Tú) mientras la escribía.
    Espera con ansias que esa carta logre explicarlo todo:

29-08-2013

Espero que puedan entenderlo. Mamá y papá… cuando lean esto tal vez yo estaré lejos… con alguien. Sí, con alguien: alguien que buscaba por mucho tiempo y que sí supo amarme. No les hecho en cara nada, pero el dinero es basura para mí: todos esos años de escuelas caras, viajes por todo el mundo, fiestas con gente de alta sociedad… simplemente no sirvieron de nada; nunca, nunca me prestaron atención. Cuando llegaba de la escuela nunca me hicieron caso; ningún “hola, hija ¿cómo te fue en la escuela?” o “hija ¿qué tal en las materias? ¿Hay alguna en la que te podamos ayudar?”, no. Jamás: siempre le hacían caso a sus trabajos.
¿Saben que fue lo peor? Que jamás me dejaron hacer amigos, ni siquiera con los más humildes: eso me dolió mucho. Siempre encerrada en mi cuarto con ese estúpido piano y ese idiota maestro que ¿saben? Era un maldito caliente; por eso un día decidió nunca regresar, pues le di una buena lección.
Gracias a sus trabajos, viajes, y descuidos más me fui alejando de ustedes y busqué otros medios de llamar la atención: a escondidas de ustedes me fugaba de la escuela y conocí a nuevas personas…
… ahora puedo decirles que soy muy feliz, lejos de ustedes. Y aunque me duela dejarlos así deben ser las cosas: todo en esta vida se paga; espero que sean felices también sin mí como yo lo soy, espero también que ya no tengan más ocupaciones gracias a mí. Ahora puedo valerme por mí misma. ¿Increíble, no? Que tenga 21 años y aún viviera junto a ustedes y acatando todas sus reglas.
Mamá: gracias por darme la vida, y eso siempre te lo voy a agradecer. Créeme que ahora podrás hacerle más caso a Saúl EL VECINO, MÁS NO TÚ HIJO, que a mí. Sigue con tus reuniones de amigas, sigue yendo a esos caros spa y continúa perdiendo el tiempo, el poco que te queda ya.
Papá: gracias por amargarme la infancia a golpes cuando me ayudabas con la tarea y no entendía rápido cuando lo querías, y gracias inclusive por decirme que era una desgracia para la familia. Puedes seguir yéndote de copas con tus amigos, seguir pasártela encerrado en tu despacho y privándome de mi libertad.
Gracias a ambos por romper mis ilusiones, gracias por al menos dejar que tomara la primera y última decisión en mi vida: ser fotógrafa profesional. Gracias, aunque suene descabellado, por hacerme sentir miserable e inútil y por pensar solo en ustedes: hicieron que yo misma pusiera un alto.
¿Pero saben qué es lo mejor de todo esto? Que jamás, cuando llegue a tener hijos los haré sentir miserables como alguna vez lo hicieron. Claro que a ustedes no los voy a defraudar, porque ante todo muy en el fondo, pero muy en el fondo todavía tengo cariño por ambos: nunca voy a deshonrar a la familia.
Tal vez esté ahora ya con el amor de mi vida, y créanme que voy a ser feliz por mí y por él: mandaré a la mierda todo el pasado y miraré mi presente y mi futuro… con él.
Papás, esta soy yo: (Tu nombre completo) de 21 años totalmente independiente de ustedes y con una nueva vida. Fiestas. Libertad. Amor. Diversión. Malas palabras. Todo eso sin ustedes.
Es doloroso esto y espero que siempre lo tengan presente: me han perdido. Pero no para siempre: en algún momento nos volveremos a ver...
Me voy de casa después de tantos años viviendo sola.

Adiós.


Su hija.

Deja con cuidado las llaves de su antigua casa sobre la mesa de la cocina, y estrujando su pañuelo sale de aquella casa. 5.25 de la mañana en Nevada, Las Vegas. Al verse totalmente libre de tanto dolor suelta un gran suspiro y mira al chico: sabía y estaba segura de que él la esperaba ahí. Corre hacia él y lo abraza fuertemente comenzando a soltar lágrimas con muchas emociones encontradas.

    — ¿Lista? —le pregunta el chico a (Tú).
—Jamás había estado tan lista como ahora —sonríe ella.

    Ambos suben a la motocicleta algo oxidada del chico, ella se aferra con sus delgados a la cintura de él y salen disparados hacia una nueva dirección. (Tú) aún triste mira por última vez la casa en donde vivió 21 años completos; regresa su mirada y siente la mano del chico acariciarle suavemente su pierna: la felicidad estaba frente a ella.
    El recuerdo de como se conocieron surge como cinta de película en la cabeza de (Tú): ella salía como siempre de la universidad donde su chofer la esperaba como todos los días. Una rutina casual. Y se desvió hacia otro lado, simplemente.
    Entonces lo vio sentado en una acera recargando su espalda mientras fumaba un cigarrillo e inmediatamente le llamó la atención; y a él también. No sintió temor ante sus fachas: (Tú) sabía que ambos estaban jodidos de igual o diferente manera; se sentó ella casi junto a él. El otro ni se inmutó para mirarla: sabía que vendría.

    —Te he visto: no eres muy feliz —dijo el chico.
    —Tú tampoco lo eres —suspiró largamente la otra—: creo que somos iguales.
    —Por lo visto no eres la cara bonita, payasa y arrogante que todos comentan —sonrió con ironía.
    —La gente inventa cosas para sentirse superior aún cuando están podridos por dentro —dijo (Tú).

    El chico la miró y asintió.

    —¿Cómo te llamas? —le preguntó el chico.
—Soy (Tu nombre completo), ¿y el tuyo? —lo mira curiosa.
    —Mi nombre no importa, pequeña.

    Y el chico se levantó; (Tú) creyó por un momento que la dejaría ahí sola, pero él le tendió la mano. Ella dudó de lo que él tenía entre manos.

    —¿A dónde me llevarás? —le preguntó ella.
    —¿Es que acaso no confías en este cabrón humilde? Te aseguro que no será nada malo —sonrió el otro.

    Frunció el ceño y decidió ir. Tomó su mano y se levantó, se subieron casi al instante a aquella moto algo oxidada y se dirigieron a un rumbo totalmente desconocido, pero confiaba en el chico misterioso: no sabía cómo ni por qué pero confiaba en él. Al llegar se encontró con otro mundo: gente pobre haciendo fiesta, y al ver a (Tú) se quedaron asombrados por lo que poseía.
    La gente era feliz con lo poco que tenía, (Tú) quedó aún más asombrada por todo lo que veía. Increíble. Por un momento pensó: “¿por qué ellos lo son y yo no? ¿Hay algo de malo en mí?”.

    —La diversión es lo único que no se puede comprar con dinero, pequeña —espetó el chico.

    Pronto lo entendió (Tú): ahí es donde quería estar.
    Los días fueron pasando. La misma rutina: ir a la Universidad, estudiar lo de siempre, comer en la última mesa de la cafetería mientras miles de chicas querían ser amigas de (Tú) solo por el dinero, salir de la Universidad, llegar a su casa y toparse con los mismos padres despreocupados, hacer la tarea. Todo eso hasta una semana y media después cuando durante casi la tarde-noche llegó y (Tú) estaba escuchando algo de música clásica, ya que sus padres solo le dejaban escuchar eso; una sombra tocó su ventana y sólo se alcanzaron a distinguir unos números en los dedos de la sombra. Ella se asustó más no gritó; la persona asomó la cara: barba y bigote de 3 días, cabello lacio amarrado en un chongo y perfecta sonrisa.
    Ella sonrió emocionada pero también se encontraba sorprendida: el chico misterioso había ido hasta su casa aún cuando ella nunca le había dicho su dirección. Abrió la ventana y al instante el chico cayó hecho un ovillo, lo que le causó mucha gracia a (Tú).

    —No lo entiendo ¿qué haces aquí? ¿Cómo le hiciste? —preguntó ella.
    —Digamos que soy un psicópata que sigue a personas inofensivas como tú —lo mira el chico.
    —Ok, esto no me gusta nada. Sal —ordenó la otra.

    El chico soltó una risita.

    —Era un chiste —dice él. Se levanta y mira todo el cuarto—: tu habitación me asquea un poco. Muy femenina y… ordenada; regularmente mi habitación está llena de cajas, sucia y desordenada —sonríe de lado.
    —Perfecto, vuelvo a insistir: ¿qué haces aquí? ¿Cómo lo hiciste? —preguntó (Tú).
    —Un día te seguí sin que se diera cuenta tu chofer y esa es la historia. ¿No te gustó que haya venido? —dijo el otro poco triste— Quería hacerte compañía… tú sabes.

    Ella entrecerró sus ojos. Aunque estuviera emocionada porque él estaba ahí con ella no significaba que podía confiar tanto en esa situación. Pocas veces (Tú) lo veía y cuando eso pasaba sentía mucha emoción en su interior: tal vez porque ella había encontrado alguien sincero y no interesado en todo el dinero que poseía, pero eso no era: le gustaba. Le gustaba ese chico por alguna razón.
    ¿Cómo es que él podía saber tanto de ella?

    —No me gusta mucho esta situación —dijo ella.
    —A mí sí —dijo el otro acercándose a (Tú). La tomó bruscamente de la cintura y ella no opuso resistencia: estaba más sorprendida que nunca. Estaban tan juntos sus rostros—. ¿Y qué tal así? —sonrió nuevamente.

    Que vergonzoso para ella: estaba tan incómoda con la situación. ¿Y si la besaba? Ella no sabía hacer eso, jamás había dado un beso. ¿Y si intentaba solo ilusionarla? Ella sufriría más de lo que ya ha sufrido. Ese chico era muy atrevido y rebelde contra lo establecido, y eso le gustaba (Tú).

    —¿Qué… Qué va hacer? —tartamudeó ella.
    —Bueno, (Tú): he estado sintiendo cosas extrañas, que me asustan y pienso que a ti también te sucede lo mismo, así que… ¿por qué no intentarlo? —dijo divertido— Yo puedo sacarte de toda esta mierda —se encoje de hombros.
    —No —negó con la cabeza (Tú). Estaba temerosa—, déjame. Ni siquiera sé tu nombre, extraño. Déjame o grito.
    —Si gritas te besaré, y eso no te gustará ¿o sí?

    Cuando (Tú) estaba por gritar el chico la besó sorpresivamente; miles de sensaciones invadieron sus cuerpos. Ella movía sus labios torpemente, era una novata. Cerró poco a poco sus ojos y se dejó llevar por el momento; ¿cómo pudo pasar esto tan rápido?
    Al regresar a la realidad quedó aturdida. La felicidad estaba frente a ella.
    Una semana más tarde iniciaron una relación a escondidas: (Tú) dejó de ser la novata, tímida y esclava de todo mundo. Aprendió a mentir tan bien y a decir toda clase de malas palabras gracias a su nuevo novio; ¿quién podría contra ella? Se sentía la reina del mundo; salía de noche los fines de semana y regresaba a su casa al amanecer.
    ¿Qué más se podía decir? Ella estaba enamorada y sabía que él jamás le iba a fallar.

    —Me siento libre, la reina de todo este maldito y podrido mundo —dijo (Tú) sonriente.
    —Somos los reyes de este puto mundo.

    Ambos se miraron y se besaron de manera tímida: ambos eran primerizos en cosas del amor.
    Ahora ellos iban lejos de todos y todo: iban a ser los reyes nuevamente del mundo.



Apenas y se lograr escuchar los leves ronquidos del esposo. La madre de (Tú) baja las escaleras y al entrar a la cocina encuentra un papel medio arrugado, ¿quién habría dejado algo así? Bosteza, lo abre y comienza a leerlo con cierto desinterés… y a medida que avanza cada palabra queda sin habla. Eso no podía ser cierto: seguro era un juego de su hija. Ella no sería capaz de decir ese tipo de cosas, ni mucho menos de escaparse con un tipo al que seguramente ni conocía bien. Miles de cosas pasaron por la cabeza de la mujer: se encontraba en shock.
    “Ella está aquí: siempre juega como siempre”, pensó ella con temor. Con la carta en mano subió las escaleras con algo de rapidez y entró al cuarto de su hija: solo logró encontrar el reloj que le habían regalado cuando ella tenía 8 años. Definitivamente era en serio. El clóset estaba vacío, sus cajones también, en la mesita de noche solo se encontraba un libro viejo llamado “Un mundo feliz” de Aldous Huxley. Nada más. La madre se sorprendió aún más y de sus ojos comenzaron a brotar ligeras lágrimas: se había ido.
    Empezó a gritar el nombre de su marido repetidas veces. El marido salió de su habitación alarmado por los gritos y al entrar a la habitación de (Tú) donde se encontraba su esposa quedó confundido y aún medio dormido. Ella le entregó la carta y él empezó a leerla: lo mismo ocurrió. Jamás pensaron que su hija se iría de ahí sin su consentimiento.

    —Nuestra nena se ha ido —dijo la madre entre lloriqueos.
    —No, no. Seguro intenta jugar con nosotros —dijo el padre nervioso.
    —¡Ahí dice perfectamente que se ha ido de aquí, por Dios! —exclamó la otra— ¿En qué nos equivocamos? —susurró.

    Miles de pensamientos inundaron la cabeza de ambos: “luchamos toda nuestra vida para salir adelante”, “¿en qué nos equivocamos?”, “no sabíamos que estuviésemos equivocados”. ¿Para qué sentirse culpables ahora? (Tú) se había ido, pero ellos tres pronto se verían  de nuevo las caras.
    Ahora era tarde para arrepentirse.




Domingo 4 de agosto, 7 de la noche. Atlanta, Georgia. (Tú) está muy lejos, en una fiesta con toda la familia de Tom Kaulitz al que conoció en un par de semanas: un simple repartidor de pizzas de medio tiempo y por la noche un chico de apariencia vaga, y esposo de (Tú). Ella se está divirtiendo: algo que siempre le fue negado siempre por tantos años, y lo está haciendo con Tom. El chico misterioso.
    (Tú) se sentía libre, feliz, cómoda. Estaba con la gente que quería: gente humilde, honesta y divertida.
    Tom está vivo de nuevo: está sintiendo algo que también le fue negado siempre por tantos años, y lo está haciendo con (Tú).

    —La diversión es lo único que no se puede comprar con dinero —dijo Tom mientras abrazaba a su novia de la cintura y veían a todos celebrar su cumpleaños.
    —Veo que te gusta mucho esa frase —dijo ella divertida.
    —Es lo que siempre decimos mi familia y yo, y algo que los riquillos nunca entenderán: siempre rodeados de mierda llamado dinero. Menos mal que logré sacarte de esa miseria de vida.

    (Tú) lo pensó un poco. ¿Qué sería de ellos, sus padres, ahora? ¿Vivirían con algún remordimiento tras enterarse de que su hija se fue? No le dio importancia y siguió disfrutando de la fiesta que le habían hecho gracias a Tom: el rebelde contra lo establecido.

    —Gracias —dijo (Tú) sonriente.
    —De nada.
    —Pero ¿algún día iremos a echar un vistazo? —lo mira.
    —Claro que sí.

    Adiós. Ella se fue de casa.


Miss Slenderman


4 comentarios:

  1. Wowww me enamore...Esta genial
    Sube pronto por favor
    quiero saber que pasara mas adelante... :)

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  2. increible me quede plasmada aww me encanto sube pronto!!! bye cuidate mucho besos

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  3. esta hermoso lo adore espero que subas pronto un beso

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  4. Oh, que hermoso
    Me encanto, de verdad que es genial.
    Sube pronto, cuídate mucho bye.

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Gracias por comentar(: