Uno de tus tantos encuentros fue con una chica…
o con 3 chicas más bien. Saliste de trabajar del restaurante una hora más tarde
que de costumbre, Santiago tuvo una urgencia y ya no pudo acompañarte hasta tu
casa como solía hacerlo así que tu sola te fuiste a tu casa. Ya estaba un poco
oscuro, pero no te daba miedo: sabías que cerca de las 7 en adelante salían
todos los posibles amigos de Tom o no amigos; ya estabas por llegar a tu casa,
y para ese entonces no usabas mucho la bicicleta pues era solo para distancias
más largas, entonces te topaste con Emma… o más conocida como ‘Katt’. Era una
chica alta, cabello rojizo y lacio, complexión delgada y muy, pero muy fuerte.
Le caías mal y te caía mal: era un sentimiento de desagrado mutuo. Katt no
estaba sola, dos chicas la acompañaban: ‘Niss’ y ‘Vtech’. Era una situación
poco incómoda, ya que tenias a 3 chicas deseosas de querer matarte a golpes por
el simple hecho de ser la “preferida” por Tom en muy poco tiempo sin ser una
más en su lista —con las que tuvo… sexo— o sin ser una de su grupo.
Viste
a las tres chicas una y otra vez. En un
momento llegaste a sentir un pavor enorme: no cualquiera se topa con 3
enemistades listas para golpearte. Katt sonrío y comenzó a rodearte, como
hiena.
(Tú)— ¿Y ahora qué? —dije con desinterés.
Katt— Nada —sonrío
irónicamente—: es una gran coincidencia que nos topáramos contigo —dijo.
Mirabas cada uno de sus movimientos, estabas muy interesada en lo
que haría pero a decir verdad no querías pelear: aún había niños por ahí y
gente de la tercera edad. Formar un espectáculo aquí no era muy apropiado.
Niss y Vtech dieron dos pasos hacia el frente.
Tu postura se puso rígida: había llegado la hora. Y Tom no estaría ahí para
detener el encuentro.
Katt— Después de tanto tiempo… ni siquiera
Tom podrá protegerte —dijo.
(Tú)— ¿Ah, sí? Wow —dije
tranquila.
Ahora las tres ya te tenían rodeada. ¿Por quién empezarías? Giraste
para verlas a todas: no traían ningún tipo de arma, ya sea pistola o navaja
—como solían hacerlo—. Tal vez era una de esas peleas limpias.
(Tú)— ¿No creen que estamos en un lugar
público? —espeté.
Niss— ¿Quieres que te
llevemos a un callejón hasta matarte? —rió.
(Tú)— ¿Por qué no lo
intentas? —dije retadora.
Niss se calló repentinamente y se acercó más a ti, pero ella no
sería la que iniciaría con los golpes: Katt debía empezar. De todas, ella era
la que más te odiaba. Te ajustaste tu mochila, empujaste a Vtech con todas tus
fuerzas y saliste corriendo hacia la derecha, en donde Katt, Niss y Vtech te
seguirían. ¿La parada? Un parque que a esas horas ya estaba totalmente
desierto.
Escuchaste a las 3 chicas diciendo miles de cosas, tú en cambio ibas
cada vez más rápido. Sentías la adrenalina corriendo por tus venas; corriste
más rápido, llegaste al parque y como pudiste colgaste tu mochila en un pasamano
ya viejo. Te detuviste en seco, girándote hacia las 3 chicas que estaban
totalmente exhaustas: sus respiraciones se encontraban agitadas. No pudiste
evitar sonreír al verlas así.
Katt
fuera la primera en comenzar todo: se te aventó, lazándote un puñetazo pero lo
bloqueaste con tu brazo izquierdo, la tiraste con tu pie derecho y ella cayó;
Vtech se lanzó hacia ti y también lograste tirarla, bloqueándola con tu brazo
derecho e impulsándola hacia arriba. Niss te tomó de la blusa y te tiró, te
levantaste luego y con tu mano totalmente estirada —conocida también como ‘mano
de cuchillo— se la lanzaste hacia el estómago, lo que hizo que cayera.
(Tú)— Pensé que Tom les había dicho que yo
sabía aikido —dije medio preocupada—: las dejé ahí tiradas —muerdo mi labio
inferior—. Y yo pensando en que traerían consigo una navaja o una pistola… Mmm.
Katt— Eres una puta
desgraciada: el hecho de que Tom te quiere como su preferida no significa que
ya eres nuestra jefa. Maldita presumida —murmuró rabiada.
(Tú)— Oh, no: ya no sigas
—dije, fingiendo tristeza—, tus palabras duelen.
Niss— ¿Cómo coños
conseguiste hacer eso? —inquirió.
(Tú)— No preguntas. Son
secretos de familia; y cuidado con quien tratan: Tom y yo no somos nada. Él me
mando a la fregada cuando le dije que me gustaba —dije divertida—… Así que…
cuidado: para la otra podrían amanecer confundidas en un parque como este... o
en donde nos encontremos.
Entonces Katt se arrastró hacia ti como pudo, te tomó del tobillo y
te tiró. No quería hacerlo, pero ella te forzó. Te levantaste para luego
colocarte sobre ella, la pusiste boca abajo y apretaste con toda tu fuerza su
vena principal del brazo. Katt cayó totalmente desmayada. Niss y Vtech vieron
todo asombradas.
(Tú)— Se los dije —me encojo de hombros.
Vtech— ¡Eres una asesina!
—gritó— ¡Mataste a Katt!
Te
levantaste y las miraste a las tres. No hiciste nada malo.
(Tú)— Solo va a despertar confundida.
Cuidado.
Fuiste por tu mochila y tomaste el camino hacia tu casa, donde
dejaste a Katt, Niss y Vtech totalmente noqueadas. Justo cerca de ahí viste a
Tom mirando todo.
Justo
como ahorita: él estaba esperándote, sentando en la acera frente a tu casa.
(Tú)—
¿Tom?
Frenaste en seco cuando llegaste a tu casa. Tom lucía tranquilo y… muy
guapo aún. Bajaste de tu bicicleta y lo miraste seriamente por varios minutos,
él se levantó y se acercó a ti. Retrocediste dos pasos. ¿Y a qué vino este tipo?, pensaste.
(Tú)—
¿A qué viniste, Eastin? —dije fríamente.
Tom—
A hablar…
Suspiraste algo impaciente. Santiago ya estaba por llegar.
Tom—
Mira, independientemente de lo que pasó la otra vez —suspira—: lo siento y…
quiero hacer las paces. Ya sabes que pedir disculpas no es lo mío, pero… esa
vez no sé que me pasó y dije idioteces —niega con la cabeza.
(Tú)—
Sí, ok. ¿Entonces? —miro hacia ambos lados de la calle.
Tom—
¿Me perdonas o no? —dijo algo exasperado.
(Tú)—
¿No vuelves a decir estupideces?
Tom—
Seguro —asintió.
(Tú)—
¿Y si lo haces puedo hacer que quedes inconsciente durante 1 día entero como
venganza? —sonrío emocionada.
Tom—
Sí, ya… ¿Eh? Espera, ¿qué? ¿Qué quede inconsciente? —niega con la cabeza
nuevamente— No, gracias. No quiero quedar como Katt esa vez —dijo,
estremeciéndose un poco.
Sonreíste nuevamente. Obviamente no harías que Tom quedara inconsciente,
pues tomar ‘venganza’ no era lo tuyo.
(Tú)—
Entonces sí te perdono —dije.
Tom—
Oh, ¡uf! Qué bien —dice aliviado—… la verdad es que no me sentí bien después de
mi actitud entonces…, tú sabes: “remordimiento” —dibuja las comillas con sus
dedos—. En fin, ¿de dónde vienes? —preguntó.
(Tú)—
Vengo de dar un paseo, ¿y tú qué? ¿Sólo vienes a dejar caer tu ego y pedir
perdón? —suelto una risita.
Tom—
Aparte de esas dos cosas, quería decirte si alguna vez quisiera venir a comer
con mi novia y conmigo: Jennifer tiene muchas ganas de conocerte; practica algo
de capoeira y es buena —dijo orgulloso.
(Tú)—
¿Asiste a una escuela o practica capoeira callejera? —le pregunté interesada.
Tom—
Callejera —contestó.
(Tú)—
Es interesante: es el arte marcial brasileño más “tranquilo” que conozco.
Tom—
Entonces ustedes dos se llevarán de maravilla —sonrió—. Bueno, ¿y cuándo sería
eso?
(Tú)—
Tú solo llámame y listo: ahorita estaré sin trabajo por un tiempecillo.
Ambos
comenzaron a platicar de su próxima ‘cita’. Por fin ya habían vuelto a ser los
chicos normales; tan interesante estuvo su plática que hasta se sentaron en la
acera para aclarar algunos detalles. Tom te contó lo que pasó después de que
mandó a la ‘friendzone’: viajó a Brasil y ahí se estuvo un tiempo, conoció a
Jennifer y tiempo después se hicieron novios. Fue toda una casualidad que se
encontraran ustedes dos esa vez, cuando viste en el periódico el rumor de que
Bill Kaulitz y tú... andaban. Él asegura que solo venía de “vacaciones” y que
ahora volvió a enamorarse de Nueva York, cosa en la que tú estuviste de acuerdo.
Poco
rato después llegó Santiago con una mochila, pero no muy contento: al ver a Tom
se puso tenso y raro. Santiago no sabía quién era Tom, nunca se lo contaste:
las cosas vergonzosas y poco felices llegas a decírselas —excepto tu trauma—.
La verdad es que no tenías ni idea de por qué su comportamiento: parecía que le
recordaba a alguien; y Tom ni en cuenta: al parecer él también estaba
confundido.
(Tú)—
Santiago, él es… Alexander Eastin; Alex, él es mi mejor amigo Santiago —sonrío
forzadamente.
Santiago— ¿Qué tal? —dijo serio.
Ambos
chocaron sus manos —como típico saludo de chicos— y mantuvieron su distancia.
Bueno, al menos Santiago no se lanzaría hacia Tom.
Tom—
Un… gusto —dijo él con recelo—. ¿Te conozco? —le preguntó a Santiago.
Santiago— No, no creo. ¿Yo a ti?
Tom—
Lo dudo —dijo—. Bueno, yo solo venía a hablar con (Tú) y ya lo hice; me tengo
que ir: Jennifer me está esperando —dijo emocionado—. Adiós (Tú), adiós
Santiago —frunce el ceño.
(Tú)—
Ok, me llamas para ver cuándo quedamos ¿eh? —lo miraste.
Tom—
Seguro —alza su pulgar derecho—. Adiós.
Tom
se fue y lo miraste. ¿Cómo rayos puede
seguir siendo tan guapo?, pensaste. Luego Santiago te ayudó con tu
bicicleta; estaba muy pensativo lo cual te extrañó mucho. Entraron a tu casa y
todo cambió, Santiago tenía otra cara.
(Tú)—
Bueno, que comience nuestro día de diversión —doy pequeños saltos de emoción.
Santiago— La verdad no tenía ni idea de que películas traer, pero tengo
éstas —saca 3 películas—: una es de comedia y las otras de “terror” —dijo.
(Tú)—
Genial. ¿Cenamos o de plano hago palomitas? —lo miré.
Santiago— Traje dos increíbles, grandiosas y apetitosas hamburguesas
—hace una mueca de tristeza.
(Tú)—
Ok, hamburguesa entonces. Veamos primero esa de terror llamada ‘El Espinazo del Diablo’ —la señalo.
* * *
Miraste el reloj: eran las 10.30 pm. Todo estaba completamente
apagado en tu casa a excepción de la televisión; Santiago y tú comían
tranquilamente de un tazón enorme con palomitas de maíz mientras seguían
mirando la película ‘El Espinazo del
Diablo’, que aún no podían terminar de ver por varias interrupciones
—llamadas a Santiago, tus idas al baño, vecinos tocando tu puerta, etcétera—.
La trama de la película era bastante interesante y en una que otra ocasión daba
miedo.
En la película, un niño en
pijama corría en un pasillo totalmente aterrado y como estaba lejos para
regresar a su habitación se encerró en la primera puerta abierta que encontró.
No tenía idea de en donde se había metido. Espero a que un misterioso niño le
siguiera y nada: solo había silencio. Miró por el picaporte de la puerta y de
sorpresa apareció la mirada putrefacta del niño.
Gritaste.
(Tú)— ¡Ay, no mam…!
¡Joder! Pero qué rayos —dije.
Santiago— ‘Che niñito, no
manches —murmuró.
La película siguió y más
pausas también. La verdad es que la película estaba muy interesante (y si tú no
la has visto, córrele: te estás tardando. Es muy buena) y te intrigaba más. Lo
que más te impactó fue el final: inesperado y medio triste a la vez pero
también escalofriante.
Terminó la película y Santiago y tú se debatieron en qué segunda
película ver: ‘Scary Movie 4’ o ‘La casa del demonio’.
(Tú)— Pues la del demonio
se ve interesante. ¿Ya la viste? —le pregunté.
Santiago— No, era de mi
hermano y no sé… Bueno, veámosla, a ver qué tal —sonríe.
(Tú)— Voy por más
palomitas: tanto fueron mis nervios con la primera que acabé con todas.
Santiago— Ay sí: ‘che
niñito. No me esperé eso —suspiró.
(Tú)— Ni yo.
Encendiste las luces,
fuiste a la cocina y preparaste más palomitas de maíz. A lo lejos pudiste
escuchar una gran fiesta, seguramente de los barrios alejados de donde tú
vivías: suelen hacerlo los viernes. Al final en esas fiestas todo termina mal:
peleas por todos lados, uno que otro disparo al aire, borrachos sueltos por
doquier, en fin. No es una fiesta a la que cualquiera le gustaría asistir.
Santiago aprovechó para ir
al baño por cuarta vez. Tú terminaste con las palomitas, regresaste a tu lugar y esperaste a Santiago.
No tardó mucho. Colocó la película, tú apagaste las luces y empezaron con la
segunda ronda de películas.
(Tú)— Me gustó la portada
de la película —digo tranquila.
Santiago te miró.
(Tú)— Fueron muy buenos
para elegir la sangre falsa: es un demonio muy bien elaborado —digo.
Santiago— Ah, ok —frunce el ceño—… Que sanguinaria eres (Tú).
(Tú)— Ya sanguinaria —río
levemente.
La película comenzó
normal; no hubo más pausas así que terminaría de ver la película bien. El sueño
comenzaba a ganarte pero hiciste lo posible por no dormirte; Santiago solo
criticaba a las chicas que aparecían en la televisión.
(Tú)— Ah que loquillas:
hay gore en la película.
Eras fanática del gore, te
gustaba mucho (si no sabes que el gore, búscalo en Google. No apto para
sensibles) aunque una que otra vez te causaba asco y te hacía estremecer mucho.
Todo iba bien hasta que
apareció una escena poco apropiada para tus ojos. Reíste y Santiago te siguió.
(Tú)— Santiago, me has
mentido: esto trae porno —dijiste.
Santiago— No lo sabía, te
lo juro.
(Tú)— Que asco. Y esos
tipos no paran.
Siguieron riendo hasta que
la escena paró, pues la chica que estaba haciendo aquello terminó matando al
tipo. Para la otra yo escojo las
películas, dijiste como nota mental.
* * *
Duraron solamente hasta las 4.26 am y luego
despertaron hasta las 11.00 am. Se la habían pasado muy bien con todas las
películas —y esa escena porno sorpresa—, molestaste a Santiago con la película
‘La casa del demonio’ a cada rato, en
fin. A la una de la tarde decidieron ir a dar una vuelta en bicicleta, pero tu
amigo tenía una en su casa y tuvieron que ir hasta allá. Se dirigieron en tu
bicicleta así que no llevó mucho tiempo.
Traías tu pequeña mochila en la espalda con todo lo necesario y ya ibas
preparada con casco, rodilleras y coderas. Santiago apenas y llevaba un casco
como protección. Partieron de la casa de Santiago y en uno que otro momento
hicieron carreras; el tiempo se les fue volando en eso: no tenías ni idea de la
distancia que habían recorrido. Iniciaron cerca de los barrios más alejados de
tu casa, pasaron por varias cuadras por donde vivía Santiago, luego entraron a
la ciudad y terminaron dando vueltas cerca del Empire State.
No te encontraste de nuevo al mimo que te dio
aquella nota extraña, pero sí te encontraste a una chica vestida al estilo edad
media, tal como una estatua. Te interesó, te detuviste frente a ella y le
dejaste un dólar, lo que hizo que ella se moviera y sacara de uno de sus
bolsillos un papel, después de sonrió, te saludó y regresó a su posición.
Desenvolviste el papel y lo viste junto con Santiago:
“Amor de mi vida
¿no lo puedes ver? Tráelo de vuelta, no me lo quites porque no sabes lo que
significa para mí”.
Frunciste el
ceño. ¿Qué? ¿Esto era otra coincidencia? Tal vez la chica te entregaba al azar
un papel junto con un fragmento de una canción. Miraste a Santiago confundida
al máximo y pensaste en decirle algo a la chica, pero era evidente que no te
contestaría. ¿Qué clase de brujería es
ésta?, pensaste.
Santiago—
Tal vez fue al azar —dijo tranquilo.
(Tú)— Yo
conozco esta canción: a mí no me vengan con… Bueno, ya. No significa nada —me
encojo de hombros—. ¿Qué hora es? Me estoy muriendo de hambre.
Santiago— Mmm —mira su reloj—: son las 3.15
pm. ¿Vamos a comer? —te mira.
(Tú)— Uy,
sí.
Santiago—
Andando.
Se
pusieron en marcha a un restaurante de comida china. Llegaron, estacionaron sus
bicicletas en donde pudieron y entraron; era uno de esos restaurantes en donde
podías tomar lo que quisieras cuantas veces quisieras —un buffet—: Santiago
amaba esos lugares. Era de esos chicos que comía hasta hartarse.
Se
sentaron en una buena mesa, descansaron un poco y luego fueron a tomar su comida.
(Tú)— La
mitad tú y la mitad yo, ¿vale?
Santiago—
Vale —asintió.
* * *
Se estuvieron un buen rato en el restaurante, luego
se fueron. Te la pasaste increíblemente bien con Santiago: jamás te habías
sentido tan bien. Después de que salieron de ahí dieron unas cuantas vueltas y
te topaste con la misma pantalla gigante que hacía publicidad, en donde
justamente salía un anuncio de los hoteles BRIGDE©. Lo miraste fijamente y
Santiago te acompañó.
Santiago—
(Tú): yo sé que por momentos piensas en el idiota de Bill Kaulitz pero… te seré
sincero: ya te ha ocasionado suficientes problemas. Mejor mándalo a volar de
manera definitiva. No vale la pena —dijo y sobó mi brazo izquierdo.
(Tú)— Sí,
pero…
Tal vez ya lo mandé a volar de manera
definitiva desde antes, pensaste. Suspiraste y te pusiste en marcha hacia
tu casa, donde Santiago y tú jugarían algo de Jenga y al final él se iría. De
alguna manera u otra te pusiste a recordar la bochornosa, rara y poco linda
plática entre Bill y tú: ambos salieron casi llorando después de eso en la
cafetería. ¿Qué habría sido de él? ¿Seguiría así de enfermo? Eran muchas las
preguntas que te rodeaban la mente y no podías alejarlas de ti. Por un momento
sentiste la necesidad de ir a verlo, pero tú claramente lo dijiste:
alejarse y seguir cada quién su camino.
Lo justo, ¿no?
Reías y
platicabas entre momentos con Santiago durante el camino, pero debías poner en
dirección en tu camino ya que por poco y chocas con un poste de luz. Creíste
escuchar tu celular sonar y no le tomaste mucha importancia: seguramente era
Tom. Luego le hablarías con más calma.
(Tú)— ¡Bitch! ¡Te voy a ganar! —le grité.
Santiago—
¡En tus sueños!
Soltaron
grandes carcajadas y aumentaron la velocidad en sus pedaleos. Ya les faltaba
poco para llegar a tu casa. Sentías la adrenalina; no sabías si Santiago te
ganaría o no, tampoco si tú ganarías. Lo que sí sentías era que estabas
completamente sudada y que necesitabas un baño con urgencia.
20
minutos después viste tu casa, te alzaste de tu asiento y pedaleaste lo más
rápido que pudiste. Reíste con ganas y al llegar a tu casa frenaste en seco,
giraste un poco y casi te caíste.
(Tú)—
¡Uf! ¡Por Dios! —dije.
Santiago—
Ten cuidado, sonsa: casi te caes —me miró.
(Tú)— Ay, que niña —sonrío.
Bajas
totalmente de tu bicicleta y Santiago también. Tú teléfono sonó nuevamente, lo
sacaste y no viste el número puesto que ya sabías que era Tom el que estaba
insistiendo mucho. Santiago dijo una estupidez y te reíste.
(Tú)— Sí,
ella habla —dije, calmando mi risa—… Espere, ¿qué? Sí, lo conozco… —abro mis
ojos como platos— ¿Cómo dice? —miro a Santiago.
Santiago
te miró confundido.
(Tú)—
¿Cuándo pasó eso? —dije comenzando a asustarme— Yo… no estaba enterada: dígame
la dirección… Ajá, sí: conozco el lugar… Ok, sí… Llegaré ahí de inmediato.
Colgaste
y rápido sacaste tus llaves, metiste tu bicicleta y como rayo fuiste a tu cuarto;
Santiago no entendía nada de lo que pasaba. Tiraste casi todas las blusas de tu
cajón por buscar una cómoda, lo mismo hiciste con tus pantalones. Estabas
desesperada y temerosa.
Santiago—
¡Mujer! ¡Me asustas! ¿Qué pasa? —me dijo, tomándome de los hombros.
(Tú)—
¡Carajo! Bill… Bill está en el hospital —dije con un leve temblor en mi voz.
Santiago—
¿Qué? —dijo sorprendido.
(Tú)—
¡Sí! Está en el puto hospital. Tengo que irme ya.
Santiago—
Ok, iré contigo.
No
evitaste que tus ojos se llenaran de lágrimas. ¿Por qué tenías ganas de llorar?
Oh, tal vez Bill Kaulitz ahora estaba muriéndose y tú te divertías a lo grande
y ni enterada. Tenías miedo de que algo le pasara. ¿Qué? ¿De que se muriera?
Rápido te
fuiste a dar un baño mientras Santiago llamaba a un taxi para dirigirse
rápidamente al hospital que un paramédico te había dicho.
Mierda, no: ahora no Bill Kaulitz, pensaste repetidas veces en tu
cabeza.
Bueno, mmm, me tardé tres días en subir, ¿creo? En
fin, sé que el capítulo estuvo algo aburrido al principio, pero no debía poner
lo mero bueno al iniciar el capítulo. Como sea, mmm, apenas hoy inicié mis
clases (maldito colegio :@)… este semestre no será nada fácil,: se avecina más materias que robarán más de mi tiempo, así que estaré
algo ocupadilla, pero trataré de escribir capítulos con anterioridad y así no tardar
para que no queden con la duda xD. Gracias por leer y comentar. Se les estima,
chicas ;D.
Oh, por dios
ResponderEliminarQué va pasar con Bill
No, no, no!
Estoy impaciente, pero te entiendo yo ya inicie mis clases igual :/
Cuídate mucho bye.
Hola yo lei el cap primero pero no comente xq lo vi een la madrugada www me encanto que va a pasar con bill aaa me dejas con mucha intriga sube prontto a comprendo yo tambien ya entre ala preparatoria bueno oye perdon x no comentar en el cap anterior esk esttube bien ocupada en eso de la escuela a yo dio k es un reclusorio jajaja bueno chao te cuidas :D
ResponderEliminar