21 de julio de 2013

Capítulo 7



Bill quiso llevarme a su casa como invitada, pero sentí una sensación de incomodidad: no quisiera salir como intrusa. ¿Y si Bill tiene una foto de Frances en la chimenea de su sala para recordarla a cada rato? Ok, eso no tiene sentido, pero he visto en las películas que… Nada. ¡Deja de ver tanta televisión, mujer! Se fue a las 3:15 pm de mi casa. Quería pensar sobre lo que habíamos hablado anteriormente: lucía muy ido. Todavía tuve que lavarle su ropa y secarla. ¿Yo que culpa tenía de eso? ¿QUÉ CULPA? Niego con la cabeza.
    Salgo tranquilamente del banco. Bueno, he visto que ya tengo 500 dólares guardados. Sí, es poco pero lo demás lo uso para otras cosas.  Suena mi celular. Al parecer ya me había llamado mi abuela a casa; suele llamarme al celular para avisar que le hable cuando llegue a casa. Me enteraré de los últimos chismes de la familia. Interesante. Pongo los ojos en blanco. Tomo el primer taxi que encuentro, me subo a él y le doy la dirección.
Últimamente he pensado… ¿Tendría que hacerme cargo de la pobre alma de Bill? Dios: si es así, ¿qué hice yo? “Bueno, tal vez él es el típico viudo y tú la niña con autoestima por los cielos. Se enamoran y viven felices para siempre”, me dijo mi subconsciente con ironía. “Cállate, pensamiento idiota”, le dije yo. He aquí una pelea entre mi subconsciente y yo. Niego con la cabeza. En serio, ¿tengo yo que cargar con él? Eh, de acuerdo: no tengo nada que hacer ahora, pero… no sé. Bill Kaulitz: magnate empresario…, y ahora una terrible desgracia. ¿Intercambiamos papeles? Frunzo el ceño.

    X—Señorita, hemos llegado —me dijo el taxista, interrumpiendo mis pensamientos.

    Reacciono. Zarandeo la cabeza y le pago al taxista. Bajo del auto y entro a mi casa normal. Hogar, dulce, hogar. Sonrío.

    (Tú)— Ay, que haré con este hombre: ya hasta me siento rara sin él —dije. Me lanzo al sofá y tomo el teléfono. Marco el número de la casa de mi abuela. Al segundo tono una voz estresante me contesto—. ¿Hola?
    X— ¿(Tú)? ¿Qué quieres? —dijo el sonso de mi primo, Alan.
    (Tú)— Cállate y pásame a la abuela —ordené.
    Alan— Oh, sí, claro: yo también te quiero —bufó. Luego suelta una risita—. Adiós.
    (Tú)— Adióós —digo.

    Se escuchan diversos movimientos, hasta que mi abuela contesta. Comenzamos a platicar largamente: mi padre ha preguntado por mí, Alan está por terminar su carrera de Administración de Empresas, ha habido más secuestros en (Tu País), etcétera. Nada relevante. Nuestra plática duro más de 1 hora. Así suelen duran estas últimas.
    Después de casi 2 horas de platicar cuelgo. Me levanto del sofá y comienzo a ordenar mi cuarto: hay un bodoque de ropa ahí esperándome para ser lavada y debe ser ya. Pongo música en mi estéreo, mientras ‘Too much love will kill you’ de Queen comienza a sonar.

* * *

Somos Panda y estamos de vuelta ¡para tronarte las orejas! Muevo mi cabeza al compás de la canción. Canto en silencio y salgo de la tienda poco convencida de que me quieran en esa tienda de animales. ¿Qué? ¿Ahora no me van a aceptar por ser latina? En casi todas las propuestas todos los jefes de las tiendas me miran con cara de desaprobación. Carajo: comienza a nacer en mí un sentimiento de culpa al haber renunciado del restaurante.
    Todo mundo me mira, hasta el perro que está junto a esa señora me está viendo. Mierda. ¿Desde cuándo la gente me mira tan detenidamente? ¿Hice algo indebido? Miro a todos lados buscando alguna posible respuesta, pero nada. Desde hace rato que estaban mirándome así, no les hice caso pero ahora han aumentado las miradas. No los mires, (Tú). No los mires.
Sigo caminando. Frunzo el ceño. Al cruzar veo un puesto de periódicos, típico de la ciudad de Nueva York y me topo con algo indignante:

¿EL MAGNATE EMPRESARIO BILL KAULITZ TENIENDO UNA NUEVA CONQUISTA?

    Y ahí es donde salgo yo. Esperen ¿cuándo nos tomaron esa foto? ¿Y quién fue el maldito que lo hizo? Tomo el periódico y le pago al señor, que al verme se sorprende. Mi cara no es la mejor del mundo. Autocontrol, autocontrol: VEN A MÍ. Respiro profundamente, camino y me siento en una banca para leer algo de lo que han puesto:

Bill Kaulitz, propietario de la empresa BRIDGE Hotel© al parecer ha superado la muerte de su esposa Frances Kaulitz, ya que en esta última semana de la visto muy cariñoso con una nueva chica, más joven que él. Bill Kaulitz ha ido varias veces a la casa de su nueva novia, como se ve en la siguiente foto.
Se desconoce el nombre de la dichosa novia, pero ¿lo querrá sólo por su dinero o por los nobles sentimientos de ahora viudo Bill Kaulitz?

    Suspiro. ¿Dónde estarás ahora, Kaulitz? Todo mundo continúa mirándome. Miro a ambos lados y en seguida me acuerdo de lo que hizo ayer Bill antes de irse: darme un número de celular. ¿Qué? Para algo me lo debió haber dado. Le marco rápidamente mientras me levanto de la banca y camino hacia mi casa. Ojalá no estés haciendo tus idioteces, Kaulitz.
Un tono, dos tonos… Contesta por fin.

    (Tú)— ¿Hola? ¿Bill? —dije.

    Una voz agitada logra decir algo apenas. Hago en gesto de asco y miro mi teléfono. Me hizo el caso del burro. Niego con la cabeza y me pego nuevamente el teléfono a la oreja.

    X— (T…) (Tú) —dijo Bill en un hilo de voz.
    (Tú)— Mejor hablamos luego, que asco me das —dije con repugnancia—. Adiós.

    Cuelgo, sin escuchar lo que me dijo casi a gritos. Camino rápidamente. No, no estoy enojada: solo quiero dejar muy en claro las cosas entre Bill y yo… y con los que hayan escrito esta porquería de nota. Esquivo a la gente con agilidad y me topo con un amigo... Si es que a eso se le llamó “amigo”. Alto, buen porte y físico, ropa vaga… Bueno, ¿qué quieren que les diga? Muy guapo. Lástima que hayamos roto nuestra buena amistad por mi culpa. Caí en la Friendzone.

    X— ¡(Tú)! —exclamó sonriente— Hola —dijo, y después besó mi mejilla.
    (Tú)— ¡Tom! —dije.

    Me mira serio.

    X— No me llamo así, ya te lo he dicho —murmuró y luego añadió—: ahora soy Alexander —dijo con seriedad.
    (Tú)— Y ahí vas de nuevo con tus estupideces. Para mí siempre serás TOM –dije haciendo énfasis en el nombre—, ¿ok? —sonrió.

    Segundos después sonríe y me abraza. Wow, Tom: ya ha crecido bastante. Se ve un poco diferente: rastas negras, más piercings, y varios nuevos tatuajes. Más adelante les contaré mi historia con él, aunque sea muy extraña.

    Tom— Está bien, seré Tom para ti —dice—. Y qué, ¿a dónde ibas? —me preguntó.
    (Tú)— A mi casa —respondí.
    Tom— Ah, pues… Es que yo iba para el centro comercial, pero mejor me voy contigo. Debemos platicar de mucho, ¿eh?
    (Tú)— Sí, supongo —asiento—. Vamos.

    Comenzamos a caminar. ¿Yo… platicar con Tom? No, no me mucha confianza esto. Ten cuidado, (Tú).

    Tom— ¿Sigues viviendo en esa pocilga? —me preguntó divertido.
    (Tú)— Que gracioso, THOMAS —dije.
    Tom— Ok, ok. Me calmo

* * *
Fue cuando yo tenía 18 años. Sí, lo recuerdo perfectamente. Había conocido a Tom cuando apenas llegue aquí a Nueva York; fue con los primeros que hablé. Él vivía en los barrios más alejados de donde yo vivía y nos llevábamos de súper maravilla. Por eso llegué a tener varios problemas con unas chicas que a decir verdad eran bastante… p… extrañas. Nunca olvidaré a la naca de Juliet. Eso sí él, tenía unos amigos muy extraños; nunca llegué a tener una amistad con ellos. Tom nunca me lo permitió.
Nuestra amistad fue creciendo poco a poco. Sí, era bastante pesado con sus bromas a pesar de que yo siempre se las aguanté. No recuerdo que día fue capaz de golpearme por “relajo” y yo se lo regresé: no nos hablamos por varias semanas. Jaja éramos todo un caso. Pero tuvo que pasar eso…

    Tom— Wow, sí que ha cambiado tu casa. ¿Cambiaste de trabajo o sigues en el mismo? Se ve que pagan bien —dijo asombrado.
    (Tú)— Seguí trabajando en el restaurante, pero ahora he renunciado —murmuré.
    Tom— Wow, que genial…
    (Tú)— Sí; aún sigues con la maña de decir “woow” —niego con la cabeza.
    Tom— Al parecer aún no olvidas ciertas cosas —dijo.

    Lo miro. Así es: no olvido ciertas cosas.

    (Tú)— Si tú lo crees —me encojo de hombros.
    Tom— Pensé… que ya lo habías olvidado, (Tú). Siendo tú…
    (Tú)— Hay que saber tomarlo a bien y no a mal, ¿no? No sé, cualquier chica hubiera caído en depresión y después haberte tirado mil maldiciones —bufé.
    Tom— Cierto…

    ¡Uy! Momento incómodo. No es mi culpa que él haya sacado a la luz ese tema, que supuestamente él ya había dejado atrás. Me siento en el sofá, quedando frente a él. ¡Pero cómo has cambiado Tom! No eres el vago que conocí hace 3 años. Zarandeo la cabeza y pongo atención en lo que me dice. Le doy un pequeño sorbo a mi lata de refresco Coca-Cola.

    Tom— Y bien, ya que estamos aquí, cuéntame: ¿qué ha pasado contigo? —me preguntó curioso.
    (Tú)— Bueno, no tengo nada bueno que contar: renuncié hace unos días en el restaurante. He estado buscando trabajo, en fin… ¿Ves? Nada bueno —sonrío—. ¿Y tú, qué? Cuéntame.
    Tom— Mmm, bien: he estado saliendo con alguien… Quise cambiar ya de panorama, tú sabes: sabiendo como era antes. Se llama Jennifer: es de Brasil y tiene 21 años —dijo pleno. Se le notaba en la cara que esto iba a algo serio—.
    (Tú)— ¿De verdad? Wow, que bien —dije emocionada.
    Tom— Oye, mocosa: ¿conoces a Bill Kaulitz? —preguntó de golpe.

    Mi sonrisa de borra drásticamente y lo miro. ¿Qué si yo conocía a Bill Kaulitz? ¿Y él para que quería saber eso? Bueno, sí, es muy conocido pero… Oh, no: seguramente ya se enteró también de aquella nota bochornosa en el periódico. Guardo silencio. Dejo la lata en el suelo y suspiro.
   De la nada muchas cosas se me metieron a la cabeza. Son… bastante parecidos. Niego con la cabeza y frunzo el ceño. Claro que conocía perfectamente a Bill Kaulitz: ha estado viniendo a mi casa un par de veces. ¡Cierto! Debo platicar muy seriamente con él.
    Tomo una postura seria. Aún está esperando una respuesta. Su cara no es la mejor del mundo. ¿Y qué tendrá de malo en decirle: “—Sí, lo conozco ¿por?”? Asiento.
Sus ojos se van dilatando poco a poco y aprieta la lata de Coca-Cola con un poco de fuerza.

    Tom— D… (T…) ¿Desde cuándo… (Tú)? Dímelo —dijo, con un pequeño temblor en su voz.
    (Tú)— Eh, bueno: en verdad no tengo mucho en conocerlo, pero…

    Me interrumpe.

    Tom— Dímelo —ordenó.
    (Tú)— Ey, tranquilo —dije—. No tiene mucho: tal vez… ¿una semana? —me dije a mí misma dudosamente.
    Tom— ¿Cómo es él? ¿Cómo está? ¿Qué te ha platicado? —farfulló.

    Lo miro con cara póquer. Frunzo el ceño nuevamente, intentando asimilar lo que me ha preguntado. Su voz ha cambiado desde que nombró a Bill, ok; me pregunta muchas cosas sobre él que seguramente no sabré responderle. Respiro profundamente.

    (Tú)— ¿Por qué me estás preguntando todo eso, Tom? ¿A qué viene? —pregunté.
    Tom— Eh, mmm… Es que… he visto cosas sobre él: no me gusta mucho para ti —murmuró.

    Hago un gesto de sorpresa. Esto no puede ser posible.

    (Tú)— Al parecer no has madurado ni un poco: estás peor que Santiago —dije indignada. ¿Ahora él sentía celos de Bill? Pero si ni éramos nada—. En serio, ¿qué quieres saber? Solo dímelo y ya.
    Tom— Nunca lo entenderías —susurró.
    (Tú)— Tal vez si me lo contaras entendería: vamos, dímelo —insistí.
    Tom— ¡Por Dios, (Tú)! ¿Acaso no puedo preguntarte sobre él? —frunció el ceño— Además… yo… estoy retomando seriamente lo que me dijiste hace 1 año: tal vez… tú comiences a gustarme —susurró.
    Abro mis ojos de par en par.

    (Tú)— Tom, vete —dije algo asustada.
    Tom— (Tú)… —suelta una risita— de verdad, comienzas a gustarme —me miró.

    Me levanto rápidamente del sofá dirigiéndome a la puerta y abriéndola. Miro a Tom y después a la puerta. ¿Está loco? ¿Cómo puede decirme eso? Sí, seguramente fueron las drogas.

    (Tú)— Cuando te encuentres mejor hablamos —dije con seriedad.
    Tom— Pero, (Tú)… —dice, acercándose a mí— ¿No me crees?
    (Tú)— Vete… por favor —murmuré.

    Hago con gesto con la mano hacia afuera para que se valla. Tardó unos segundos en entender, pero al final se fue. Cierro con algo de fuerza. ¿Yo le “gustaba” a Tom? ¡Ja! Sí, claro. Camino hacia el sofá y me siento en él; debo analizar  muy bien lo que ha pasado ahorita. Nos encontramos por pura casualidad después de no habernos visto por 3 años, platicamos a gusto, me pregunta infinidad de cosas de Bill Kaulitz, me dice que le gusto… ¿Qué? No entiendo. ¿Tú entiendes? ¿Sabes a qué va esto?

    (Tú)— Tal vez deba irme antes de lo planeado a (Tu país).





4 comentarios:

  1. www estubo super. el cap me gussta muxo tuu novela mee eencantan bueno puedes pasar x mi fic soy nueva en blogger ya subi el prologo ojala les guste me puedes seguir este es : http://elamorexistexqtuexistes.blogspot.mx/?m=1.

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  2. me encanto
    que? me ire a mi país?
    que intriga!
    espero con ansias el prox
    bye cte:)

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  3. Me encantó. Estuvo muy bueno el capitulo, realmente lo haces muy bien :) Ya me la leí toda así que ya no tengo problemas para estar al corriente.
    Espero el proximo, Cuídate :)

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  4. ayyy cada vez me gusta mas esta historia un beso

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Gracias por comentar(: