1 de agosto de 2013

Capítulo 10



Pasaron unas dos semanas después de lo ocurrido. Nada que pueda arreglar un buen pan para el susto. Bill comenzó a llamarme y a buscarme desesperadamente: eran aproximadamente 15 llamadas por día. Nunca me dejó en paz hasta entonces. Jamás le respondí ninguna llamada, y cuando estaba en casa jamás le abrí la puerta; la mayoría de veces la pasaba en casa de Santiago y con otros amigos para superar un poco el problema. Más aparte con las llamadas de Tom que poco a poco llegaban a mi celular y su extraño comportamiento el día que lo invité a mi casa… Bueno, me tenían loca. Dos hombres acosándome por teléfono.
    Mi abuela me marcó y para nada le conté sobre este problema. Escuchar su voz me tranquilizaba un poco; me contaba acerca de mi hermana —que, a decir verdad, era mi prima— y sus primeros días en el jardín de niños: no fue tan llorona como los otros niños. También me contó acerca de que mi primo Alan está por acabar su carrera y ahora está también por acabar su tesis… Algo que yo no pude hacer. Me ha contado de todo. Muchas noticias me ha dicho. Qué bueno. Al menos no la están pasando tan mal.
    Un día después de que tuve mi trauma, Santiago me consiguió un buen psiquiatra. Asistí ese mismo día y fue muy duro; de hecho, ha sido muy difícil hasta ahora. He tenido que contarle desde mi infancia hasta lo que me ha pasado recientemente: nada lindo recordar sucesos que supuestamente ya habías “olvidado”, pero bueno… Ya me estoy sintiendo mejor. Santiago suele ir conmigo y una que otra vez está involucrado en mis sesiones, las demás se las pasa afuera, esperándome.
Aún no consigo trabajo, pero debo enfocarme ahora en lo que pasa por mi cabeza para no tener problemas a futuro. Necesito el dinero… pero mi cabeza necesita ayuda.
    Termino la sesión con el psiquiatra Schwarz y salgo de su consultorio con una nueva tarea: buscar mi tipo de “personalidad” en una cosa llamada ‘eneagrama’. Me explicó exactamente que quería cuando lo hiciera, pero me hizo más pelotas. Ahora solo buscaré en cuál tipo de personalidad destaco.

    Santiago— ¿Y eso? —dijo, alzando sus cejas algo sorprendido.
    (Tú)— Es una tarea del psiquiatra. Ahora me siento como niña en la escuela —bufo.
    Santiago— El ha de saber lo que hace —se encoje de hombros—. Y bueno, ya es hora de llevarte a tu casa; y antes de que digas algo, voy a quedarme contigo un rato —dice.
    (Tú)— Ok, papi —digo burlona.

    Al salir del lugar pude ver a Tom… Sí, a Tom. Lucía… extraño. Parecía buscar algo, algo desesperadamente. Traía un papel en las manos y examinaba cada lugar que se le cruzaba. Al verme se sorprendió, yo igual me sorprendí y le dije a Santiago que camináramos rápido. Aún seguía algo sacada de onda por lo de la otra vez.
Intento acercarse a mí, sentí que nos seguía, pero rápido desaparecimos entre la gente. Gracias a Dios. Siempre que lo veía o me acordaba de él se me venían a la mente todo lo que pasamos “juntos”, podría decirse. ¡Forever aloneee!
    Suelto una risita.

    Santiago— ¿De qué te ríes? —me mira sonriente.
    (Tú)— De nada. Bueno… vi algo y me causó risa —me encojo de hombros.
    Santiago— Espero que ese “algo” no haya sido yo —dice.
    (Tú)— Ay, como crees.

* * *

Fue cuando yo tenía 18 años. Sí, lo recuerdo perfectamente. Había conocido a Tom cuando apenas llegue aquí a Nueva York; fue con los primeros que hablé. Él vivía en los barrios más alejados de donde yo vivía y nos llevábamos de súper maravilla. Por eso llegué a tener varios problemas con unas chicas que a decir verdad eran bastante… p… extrañas. Nunca olvidaré a la naca de Juliet. Eso sí él, tenía unos amigos muy extraños; nunca llegué a tener una amistad con ellos. Tom nunca me lo permitió.
Nuestra amistad fue creciendo poco a poco. Sí, era bastante pesado con sus bromas a pesar de que yo siempre se las aguanté. No recuerdo que día fue capaz de golpearme por “relajo” y yo se lo regresé: no nos hablamos por varias semanas. Jaja éramos todo un caso.
    Solía visitarme en mis clases de aikido. Jamás llevó a sus amigos, pues aprovecharían para hacer algo de vandalismo a la escuela. Me veía practicar cuando iba, y al terminar mis clases siempre me imitaba o le hacía burla a todo lo que hacía: era una imitación barata, pero muy divertida. Jaja o el día en que el maestro lo vio imitarme y lo regañó. Jaja. Epic moment. Me invitaba helados, una que otra comida en el Mc Donald —he aquí la razón por la que me gusta ir a los Mc Donald, en especial pedir el famoso ‘cuarto de libra’—, en fin. Hubo un tiempo en el que solo se la pasaba conmigo; otra razón para que sus amigas me odiaran. Creo inclusive que fui la consentida de Tom. Siempre me defendía el maldito.
     A veces, también, lo invitaba a mi casa. A él no le gustaba —en diferentes ocasiones—, así que no me preguntes por qué. No sé, y sigo sin saber la razón. Veíamos películas, bla, bla, bla. Ahora por eso me da escalofríos la película ‘El Exorcista’.

     (Tú)— ¿Tom, en dónde estás? —dije tranquila— Ya te estás tardando.

    Estaba pasando justo la parte en donde la chica se alza y el sacerdote y su compañero se asustan, en fin. Se apagaron las luces y eso me inquietó un poco. Justo al girar la cabeza hacia atrás el maldito de Tom se me aventó con un grito espeluznante, y traumante. Grité como desquiciada, me aventé a él, lo golpeé con mis puños y el comenzó a quejarse. La broma le costó muy caro. Fue tanto mi susto que hasta hice que le sangrara su nariz. Créeme: no me arrepentí de haberlo hecho. Como lo odié en ese momento.

    (Tú)— ¡Maldito seas! ¡Casi muero! —exclamé molesta.
    Tom— Lo siento. Mmm, no fue mi intención —dijo.
    (Tú)— ¡A la fregada! Vete —dije.

    Y como fue: Tom salió de mi casa rápidamente. Apagué todo y me fui a dormir, o al menos eso intenté.
    Nuestra amistad iba creciendo más y más, claro, nunca nos contábamos nuestras cosas. Lo feo era que yo siempre terminaba enterándome de la vida de Tom por chismes y cosas así.
De verdad, Tom en aquel entonces estaba tan guapo… Jamás había visto chicos así en mi país. Todos allá eran feos. Tenía unas hermosas rastas rubias… con esa ropa tan aguada que lo hacía ver sexy. Un vago sexy. Entonces tuvo que pasar lo que tuvo que pasar. Me gustaba Tom. No sé cuando, no lo noté, pero me gustó. Era un chico increíble. Si estaba con otras chicas me ponía algo seria —jamás actúe como chica celosa. Que ridículo—, si estaba conmigo me ponía como niña que tiene su primer crush; me gustaba las conversaciones que teníamos en Facebook, cuando salíamos a dar la vuelta era magnífico. Las amigas de Tom —si a eso se le podía llamar amigas— ya sospechaban de mí, y la verdad era que me estaba muriendo de nervios si Tom se llegaba a enterar.
    Cuando terminé mi clase de aikido, y que Tom había ido a verme, decidí soltarle toda la verdad. Estaba confundida. Fuimos a un parque equis y ahí platicamos un rato. Luego hablé.

    (Tú)— Bueno, Tom: tengo que decirte algo —dije, mordiendo mi labio inferior.
    Tom— Escúpelo, mocosa —sonrió.
    (Tú)— Mmm, bueno. Es que, no sé cómo, pero… me gustas —hice una mueca de preocupación.

    ¡Bam! Eso dejó a Tom totalmente desconcertado y confundido: podía notarlo en su cara. No dijo nada, solo se rascaba su cabeza y miraba a otro lado que no fuera en donde estaba yo. Bueno, (Tú): ahí viene la parte dolorosa. Tom finalmente me miró y sonrió forzadamente.

    Tom— (Tú)… bueno. Es que… —suspira—, wow. Si pensaste alguna vez en que yo… gustaba de ti. Mmm, no —niega con la cabeza—. Lo siento: tú a mí no me gustas. Eres… ¡Bueno! No somos compatibles, ¿sí? Me caes bien y me la paso bien contigo… pero, lo siento. Contigo no.

    Asentí lentamente. Bueno, bien dicen “el que no arriesga, no gana”. Me levanté algo triste y bateada. Friendzone detected. Era de decírselo o callarlo hasta ilusionarme más. Sabía que eso pasaría: no era demasiado “buena” para Tom.

    (Tú)— Bueno, mmm, me voy. Solo era eso. Adiós.
    Tom— ¿Y te vas? Podemos ser amigos todavía —sonrió.
    (Tú)— ¿Contigo a mi lado? —suelto una risita— No, idiota —sonrío.
    Tom— Oh, (Tú): vamos. Solo estoy siendo sincero —dijo.
    (Tú)— Yo también estoy siendo sincera —digo. Adiós.

    Y me fui de ahí. Desde ese día nunca, jamás —valga la redundancia. (Tú), deja de decir esa frase— lo volví a ver, ni siquiera a sus amigos y amigas. Se lo tragó la tierra, literalmente. Era raro no tener Tom cerca, mínimo para hacer sus llamadas estúpidas. En fin. Me costó un poco superarlo. Luego tuve a Santiago y él quedó en el pasado.
    ¿Ahora viene el desgraciado que me bateó a decirme “—me gustas—“. Eso ni él se lo cree. Algo quiere de mí. Maldito seas, Tom. Y bueno, retomando el tema… ahora sabes mi pasado con él, y sabrás seguramente lo que se siente que te bateen y que te manden a la friendzone. No es nada bonito, pero todo cambia cuando tú mandas a la fregada al que te bateó. (Tú), deja de decir estupideces.

    Santiago— (Tú), ¿qué tanto piensas? —me dice.
    (Tú)— Recuerdos… equis —me encojo de hombros.
    Santiago— Bueno, (Tú)… ya cenamos y no me hallo aquí: tengo que irme. Me llamas por cualquier cosa, ¿ok?
    (Tú)— Sí, tranquilo —asiento—. ¿Mañana vas a venir? —le pregunté con mi celular en mano.
    Santiago— Creo que no, pero haré lo posible por venir. Si viene Bill… o quien sea a molestarte, usa mi manopla —sonríe.

    Frunzo el ceño.

    (Tú)— No, gracias —sonrío.
    Santiago— Al menos lo intenté —se encoje de hombros, se acerca a mí y me da un beso en la frente—. Nos vemos… mañana, si puedo —asiente,
    (Tú)— Vale. No te preocupes por mí —le digo.

    Unas cuantas palabras más y Santiago se fue. Sola, ahora estaba sola. Bueno, ya estaba acostumbrada a estar sola, ¿qué más daba? Voy a mi habitación, me lavo los dientes y al terminar tomo un libro ‘Desnuda – El Affaire Blackstone’ de Raine Miller. Con todo lo que ha pasado en este tiempo ni me he tomado la molestia de leerlo. ¿Y leíste ese libro? Es una maravilla. Brynne Bennett y yo ocultamos algo: en eso somos parecidas. Ambas estamos marcadas.
    Me siento en la cama y me recuesto en el respaldo. Comienzo a leer, y al dar vuelta a la hoja suena mi celular. Ay, Santiago: todo se te olvida. Contesto y nada. Solo hay silencio.

    (Tú)— ¿Qué olvidaste, Santiago? —dije.

    Nada. Solo se escuchaba una respiración. Miro el teléfono y el número no lo conozco. Frunzo el ceño.

    (Tú)— Mmm, ¿hola? —dije confundida— ¿Alguien está ahí? ¿Tom? ¿Hola? ¿Nadie?

    Nadie me contesto y colgué. Seguramente fue el maldito de Tom; quizá quedó picado desde que nos vimos en el centro. Pero, ¿cómo había conseguido mi número de teléfono?








Para la chica que me pidió mi twitter, acá está: @LiseAlieen. Mi facebook no lo doy por un problema que pasó, pero bueno… mmm, ahí está twitter. Gracias por comentar y eso. Adiós.
PD: perdón si están aburridos los capítulos, ya pronto se vendrá lo "bueno".

4 comentarios:

  1. hallo no estan aburridos los caps eee mme encantan jaja bueno grax x pasarme tu twitter el mio es @billfansmexico a del face comprendo pasa algo y ya te da mellito darlo me gusto el cap oye por sierto xq siempre yo sooy la primera eso es lo k me pregunto

    bueno bay cuidate chao :D

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  2. no estan aburridos a mi me encanta y espero el proximo con ansias

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  3. Cada capitulo que he leído es magnifico de verdad que si.
    Lo de Tom me dejo con un mal sabor de boca me recordó a un estúpido ok eso ya es pasado jaja
    Bueno espero lo próximo, cuídate mucho bye.

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  4. Pues ya me puse al corriente, espero por el proximo. Cuídate chica!
    Hasta pronto.

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Gracias por comentar(: